Disparadores emocionales inconscientes

Armando Franco

Quizá en algún momento has sido consciente de que al escuchar una cierta melodía tus sentimientos cambian repentinamente, ya sea de manera negativa o de manera positiva, mejorando y elevando tu energía. O quizá existe el aroma de un perfume que por alguna extraña razón no lo soportas y el hecho de olerlo provoca en automático, el que te pongas de muy mal humor. Y en la mayoría de los casos, la persona ni siquiera es consciente de porqué su estado de ánimo cambio precipitadamente, sin darse cuenta de que un cierto estímulo sensorial disparo la modificación hacía nuevos sentimientos y un nuevo ánimo.

Armando Franco

Y esto se debe, a que en todo momento en el que tú, has estado experimentando un estado emocional muy intenso ya sea negativo o positivo; tu sistema nervioso ha creado un vínculo o relación con algún estímulo recibido en ese instante por cualquiera de tus sentidos.

A esto, en Programación Neurolingüística lo llamamos un “Ancla”, cuya definición seria:

             “Poderosa neuro asociación entre un estado interno intenso y un estímulo externo”.

Esto es algo que el gran científico ruso Iván Pávlov, premio Nobel de medicina en 1904, comprobó al estudiar a un grupo de perros a los cuales les realizo una incisión en el estómago, por donde introdujo un tubo que le permitía medir el funcionamiento gástrico de dichos perros. A éstos los acostumbro a escuchar el sonido de una campana justo cuando les entregaban la carne, y al verla y olerla, su aparato digestivo generaba saliva y jugos gástricos. Ya acostumbrados a esta rutina, llego el día en el que ya no les entrego la carne, sino que solamente se evocó a hacer sonar la campana; entonces el efecto fue, que en automático los perros comenzaron a generar saliva y jugos gástricos. Esto que hizo Pávlov con estos animales fue el crear un “Ancla”; “Poderosa, neuro-asociación entre un estado interno intenso y un estímulo externo”.

Sin darte cuenta a través de tu vida se han ido instalando anclas en ti, siempre que te has encontrado en un estado interno intenso, ya sea positivo o negativo, inconscientemente has estado abierto a anclarte en los estímulos en cualquiera de tus cinco sentidos.

A través de toda nuestra existencia, acumulamos muchas vivencias que podemos recordar. Éstas están formadas por imágenes, sonidos, voces, en ocasiones un olor o un sabor específico, así como algunas sensaciones. Y cuando en el presente estamos en contacto con algunas sensoriales que componen la experiencia pasada o con la palabra, la vivencia completa es susceptible de aflorar.

Nos anclamos a una infinidad de acontecimientos y situación. Una canción o melodía, por ejemplo, puede representar para una pareja de enamorados un ancla auditiva; al escucharla, reviven los mismos sentimientos que sentían cuando la escucharon en esa ocasión especial. Para un niño, la imagen de su padre haciendo un gesto particular genera un ancla visual, estará asociada a la idea de castigo. Existen anclas ligadas a todos los sentidos, vista, gusto, tacto, olfato y oído. Para ti, quizás el aroma de un perfume determinado puede disparar el recuerdo de la persona amada.

Conociendo este mecanismo del sistema nervioso podríamos utilizar conscientemente las anclas para fijar estados positivos importantes como lo son, la tranquilidad, seguridad, confianza etc.

Así como algunos estímulos externos, una melodía o un aroma, son ligados inconscientemente a vivencias pasadas y las hacen revivir, es posible asociar voluntariamente o a propósito, un estímulo a una experiencia determinada. Una vez que el vínculo se ha establecido, la experiencia puede ser activada cuando se requiera, por medio de proveer el mismo estímulo, y convertirse así en recurso.

Al proceso que utilizamos para realizar deliberadamente esta asociación lo llamamos anclaje, y el estímulo específico, ancla.

Por ejemplo. Si en algún momento tu sintieras que te hace falta el recurso de la seguridad para realizar una tarea específica que tienes que realizar, yo te llevaría a recordar con lujo de detalle algún momento de tu vida en el que tu hayas podido experimentar intensamente ese recurso que sientes necesitar ahora y yo anclaría con los sentimientos positivos que lo acompañan, por ejemplo, con un ancla en el sentido del tacto (Por ejemplo un suave apretón en un antebrazo. Este proceso nos permitirá acceder, cuando queramos, de nuevo, a esos recursos.

Es útil conocer el fenómeno del anclaje, ya que se produce incluso cuando ignoramos todo acerca de su mecanismo y, en tal caso, se podría volver en contra del objetivo que se haya planteado. Siempre es necesario poder reproducir el ancla fielmente. Si se trata de un ancla kinestésica (por ejemplo, para instalar recursos en un ejecutivo que tiene temor de hablar en público), el lugar ha de ser lo suficientemente preciso para poder encontrarlo con exactitud. Si se trata de un ancla visual o auditiva, el gesto, el sonido o la inflexión de la voz también se habrán de reproducir con la máxima exactitud.

Una experiencia traumática grabada en la mente de un individuo conlleva anclas grabadas a un nivel inconsciente. Si la experiencia fue profunda y poderosa y la persona no ha logrado recuperar el bienestar y la estabilidad en su vida, se recomendaría la ayuda de un profesional entrenado en herramientas de PNL e Hipnosis Clínica.

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