Hacer un mundo mejor

Kris Durden

Kris DurdenCada mañana sus pupilas se dilatan para dejar entrar la luz que ahuyenta a los fantasmas de sus sueños, que no son otra cosa que reproches de lo cobarde que ha sido toda la vida.

Ya bañado, vestido y perfumado sale a la calle buscando engañarse, repitiéndose que va a ganarse la vida y hacer de este mundo un sitio mejor.

Se pasa de largo ante el moreno hombre de sombrero de hojas de palma y pantalón de manta, que todas las mañanas balbucea palabras apenas audibles y pusilánimes, estirando la mano para ver quién deja una moneda para quién sabe qué.

Sube al bus donde nunca hay lugar, pero ya no le extraña, ahora se limita a mirar por la ventana y reflexionar en cómo gastar su bono de puntualidad. A veces se divierte viendo cómo dos mujeres se pelean como marineros por ver quién es más señorita que cuál, se aguanta las ganas de sacar su celular y grabarlas, por miedo a que un potencial ladrón pueda estar mirando y esperando la oportunidad para que al bajar del bus pueda quitarle ese teléfono que a pesar de ser más costoso que una pantalla de 40 pulgadas, pero que rara vez tiene crédito, porque se lo gasta haciendo llamadas a la chica que pretende desde hace más de dos meses o dándole like a la vida de alguien más.

El trabajo se divide en tres: las constantes y absurdas peticiones del pelmazo de su jefe antes de la comida, la comida y las constantes y absurdas peticiones del pelmazo de su jefe después de la comida.

De regreso a casa está más allá del bien y el mal. Ya nada vale la pena. Hoy tiene suerte pues la ha tocado un lugar y cerca de la ventana, así que no tendrá que sentir los genitales de nadie más sobre su hombre y lo peor que puede pasar es que la persona de al lado intente dormirse contra sobre él, pero una hombreada lo resolverá. Por la ventana ve una payasita de a penas unos 6 años, que en compañía de su hermano busca ganarse unas monedas haciendo un malabares, pero ya nadie da dinero.

Al llegar a la casa un par de capítulos de su serie en Netflix le hacen creer que el día ha valido la pena. El mismo efecto que tiene el audio de los créditos de las películas, que te hace sentir que acabas de ver una obra maestra. Mentira, apenas y fue buena.

Cena cereal de fibra y con eso basta para ir a dormir con la consciencia medio limpia, se repite que al día siguiente lo hará mejor, pero en el fondo sabe que es mentira, porque mañana es viernes y será más permisivo consigo mismo.

Ya no es el niño repleto de sueños y de buenas intenciones que un día fue, pero qué importa. El tiempo nos cambia a todos.

Yo sí quise hacerlo un sitio mejor, pero el mundo me ha cambiado he visto mucho dolor… Saturnino Rey García

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