¿Hago lo que quiero o lo que me dicen?


Recuerdo hace ya algunos años, llegó una paciente que estuvo muy poco tiempo en consulta, sólo quería trabajar un tema: “¿Por qué no puedo tener parejas que me encanten?” Lo interesante fue cuando me dijo: Tú no entiendes, cuando salgo con personas que me encantan, me pongo en riesgo.

Le pedí que me diera un ejemplo de cómo se ponía en riesgo y me dijo: la última vez, me escapé de mi casa para verlo, bajé por la fachada de mi edificio desde un segundo piso y luego caminé sola en la noche. Su discurso no me hizo sentido, ya que tenía 32 años y viva sola; no tenía porque escaparse. Fue cuando me dijo: la última vez que salí con alguien que me encantaba, tenía 15 años…

Fue fácil que notara que en esos 17 años había cambiado y hoy tenía recursos que a los 15 no. Hoy podía manejar el salir con alguien que le encantaba, cuidándose y disfrutando.

Lo curioso es que todos hacemos lo mismo, no nos damos el tiempo de darnos cuenta que hemos cambiado. Con los años pueden cambiar nuestros gustos, las cosas que queremos y por supuesto, nuestras cualidades. El primer paso para poder ver qué quieres, es darte cuenta que eso que crees que quieres, quizá es lo que querías hace diez años y tu nueva versión, quiere algo distinto.

Tómate el tiempo de estar contigo, conócete y observa tus cambios. Sal a tomar un café con esta nueva versión y que te cuente qué ha cambiado, prueba cosas distintas (a mí de niño no me gustaba el huitlacoche y hoy lo disfruto). Date el tiempo de ver si las cosas que te molestan, realmente lo hacen o sólo te molestas porque crees que te tienes que molestar.

Cuando tenía como 7 años, mi hermano Alcides me trajo de cenar tacos; cuando le pregunté de qué son, me dijo: tú, comételos. Cuando me los acabe (me encantaron), me dijo que eran de ojo ¡Wakala! dije y él me respondió: antes de que supieras de qué eran, te habían encantado y fue entonces -que desde muy niño- comencé a comprender cómo nos afectan las voces sociales.

Las cosas nos dan asco, gusto o admiración por lo que la voz social dice; esa una de las voces más tóxicas en todos sentidos. Por ejemplo, si hoy alguien quiere ser enfermero/a porque disfruta la vocación, lo van a querer obligar a que sea doctor/a. También nos pasa en pareja; quizás el chico que realmente me gusta no tiene coche o gana menos que yo, quizás la chica que realmente me gusta no es la que mis padres quisieran para mí. Pueden gustarme las personas de mi género o gustarme hombres y mujeres y no aceptarlo, porque contantemente me dicen “que estoy mal” o “es una etapa”.

Aprender a ser flexible no es fácil, aprender que lo que yo quiero no es necesariamente lo que todos quieren o tienen, es un gran segundo paso para buscar qué quiero yo. Atreverme a buscar fuera de los estándares y ver qué es lo que realmente quiero yo, como dice mi socia la sexóloga Di Bari “en la sexualidad todo se vale siempre y cuando él, la, los, las que estén involucrados, sean mayores de edad y estén de acuerdo” yo extiendo esa frase a la vida.

Si lo que estoy haciendo no afecta a nadie, los involucrados están de acuerdo y es lo que realmente quiero ¿Por qué no disfrutarlo? Sólo recuerda que somos personas en constante cambio y quizá eso que quieres cambie, no olvides revisarte a ver si lo sigues queriendo.

Si quieres saber qué emoción te ayuda a estar contigo, ver tus cambios y notar lo que realmente quieres hoy… no te pierdas mi siguiente columna, donde hablaremos de ella.

 

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