Los padres no somos amigos de nuestros hijos

Edilberto Peña De León

Edilberto Peña De LeónFrecuentemente veo en el consultorio padres que por la falsa apariencia de sentirse más cercanos a sus hijos adoptan actitudes y posiciones más de “cómplices” que de “jefes de familia”. Citaré algunos ejemplos para ver si les hacen resonancia:

  • “Como yo lo hacía a sus años, pues cómo le voy a decir que no lo haga”: sobre todo en referencia al consumo de alcohol, las salidas a fiestas o cuando se lograba “engañar” a los padres para escaparse en alguna aventura.
  • “Prefiero no prohibirle algo, porque luego se molesta tanto que mejor llevo la fiesta en paz”: en el entendido que hay mayores beneficios al darle un permiso que enfrascarse en una discusión larga y con argumentaciones una tras otra típica de los adolescentes.
  • “Mejor guardo el secreto de lo que me confió, para no perder su confianza y que me siga contando”: Es un gran valor el que se pueda tener la confianza entre padre e hijo, pero siempre con la consideración de cuando se corre riesgo sobre su integridad física o la de los demás, se deben de tomar las medidas necesarias.
  • “Sé que está mal lo que me pide, pero mejor se lo concedo hoy para que se relaje la relación”: un gran valor que podemos fomentar en nuestras interacciones con los hijos es la constancia y hasta la predictibilidad en cuanto a la toma de las decisiones, que ellos siempre sepan como vamos a reaccionar en las mismas situaciones.
  • “Como yo sufrí mucho con las cosas que no pude tener, mis hijos nunca van a padecer de lo mismo y les daré todo lo que yo no tuve”: con esta forma de pensar evitamos que nuestros hijos desarrollen una capacidad básica para su madurez en la vida, que es la tolerancia a la frustración, no debemos de hacer un plan para frustrarlos, pero si dejarlos exponer a las frustraciones “prudentes” que puedan padecer.

Una clave que me sirve mucho para tranquilizar a estos padres portadores de angustia en la relación con sus hijos es relajarlos sobre el hecho de que ellos se puedan enojar por las “injusticias” que puedan sentir de nuestras decisiones arbitrarias. Estos enojos van a ser muy temporales, seguramente menos de lo que nos imaginamos, y que al corto plazo el que aprendan nuestros hijos a saber como responderemos los va a ser más maduros, seguros y confiados de lo como llevar la relación con sus padres.

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