¿Realmente somos libres?

Kris Durden

Kris DurdenLo miré fumando su cigarro y pensé que era una persona muy débil por servir a un amo tan… Pero luego reflexioné en las cosas que a mí me habían hecho lo mismo. Que me habían dominado a través de una pasión necesaria para hacerme sentir bien. Que me habían convertido en un esclavo.

La adolescencia me pegó en el cerebro como una patada de mula, y me convertí en el estereotipo del “adolescente rebelde”, pero no fue una cuestión intencional la de llevarle la contraria a todos y todo, sino que lo que estaba buscando era ser un individuo independiente. No quería que me contaran, sino que yo quería vivirlo y dediqué la mayor parte de lo que duraron esos años a formarme como hombre libre.

Fue una etapa de caos sumamente hermosa; como estar en el ojo de un tornado.

Desperté muchas mañanas feliz por estar vivo, y me dormí muchas veces soñando despierto con el momento de mi muerte. No quería irme de este mundo arrepentido porque el miedo no me impidió hacer mi santa voluntad.

Cuando más logrado me sentía, di con una pregunta que terminaría por frustrar gran parte de esta búsqueda por la independencia: ¿Soy libre?

En teoría, tenía la facultad de elegir mi propia forma de actuar, pero mi voluntad estaba nuevamente sometida a la voluntad, ya no de mis padres, sino de los vicios.

Desde el tabaco y el alcohol, pasando por las mentiras y hasta llegar a la toma de decisiones estúpidas. Todo eso se había convertido en mi nuevo amo. Pero profundicé aun más en el dilema y me di cuenta de que también estaba preso en este cuerpo y en esta infinita ignorancia. Había muchísimas cosas que jamás sabría y mucho menos entendería. La libertad no existía en una forma absoluta, sino que simplemente era una ilusión de la cual no se podía escapar.

Sucumbí ante aquel coloso y perdí toda esperanza de algún día ser realmente una persona libre. Fluí con el alcohol y el tabaco, y me dejé llevar. Era deprimente, ¿pero qué otra cosa podía hacer? Tocar fondo me llevó a encontrar la respuesta.

No podía ser realmente libre, pero podía elegir de quién ser esclavo.

Un esclavo es aquel que está dominado por una pasión o por un vicio que necesita para vivir o para sentirse bien. Sin duda el alcohol, las fiestas y el caos me hacían sentir bien, pero era una felicidad fugaz. Cuando el sol salía, las personas se iban y el cuerpo ya no podía procesar más alcohol, la diversión se terminaba. Tenía que encontrar algo que me apasionara más que el libertinaje y que además me hiciera sentir bien por más tiempo. Uno de los primeros placeres que redescubrí fue sacar canciones más complejas en la guitarra y eso me dio mi primer acercamiento, la palabra era aprender. La sensación de aprender cosas nuevas era tan reconfortante como tomar decisiones estúpidas. Así que el siguiente paso era regresar a la escuela. Continué con un empleo que me exigiera renovar todo el tiempo mis conocimientos y me convertí en profesor de comunicaciones. Terminé la escuela y conseguí un empleo que requiriera más de mí y cuando lo conseguí, regresé a la escuela. En algún punto descubrí que escribir me hacía sentir más placer que tocar la guitarra o aprender nuevas cosas. Había encontrado un nuevo amo que pasaba a sustituir al del aprender, que a su vez había sustituido al del libertinaje y que a su vez había sustituido a mis padres. Se llamaba crear. Crear en la medida de lo posible (en la medida de mi ignorancia), nuevos mundos, con nuevos personajes, plagados de nuevas formas y nuevas circunstancias.

No alcancé nunca la libertad con la que soñaba, pero encontré una pasión a la cual sirvo con una sonrisa en el rostro, porque no sólo se ha llevado mucho de mí, sino que me ha dado más de lo que jamás hubiera obtenido sirviendo a mis amos anteriores.

Querido lector, sólo me queda preguntarte: ¿Eres feliz con tu amo?

No me importa morir mañana. He vivido, en toda la extensión de la palabra.
Feddie Mercury

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