La apuesta de vivir en pareja genera una particular conexión erótico afectiva y amorosa con el ser amado. Esta elección nos vulnera, y no solo eso, toca heridas pasadas y nos lleva a re-experimentar nuestros más profundos temores e inseguridades. Al mismo tiempo la relación amorosa es una invitación a sanar esas heridas, pero de manera adulta, para lo cual el apego tóxico o excesivo nunca es una solución.
Una sana dependencia emocional no es codependencia. Lograrla implica aceptar una cierta tensión entre la cercanía–distancia que se da entre los amantes de manera que disfruten, se ayuden y crezcan en su intercambio amoroso, y a la vez puedan generar espacios y proyectos individuales que den satisfacción personal y riqueza relacional.
Al apego tóxico o excesivo impide este “ir y venir” de energía entre los miembros de la pareja y se caracteriza por las siguientes experiencias:
- Sensación de tener que rendirse para conservar al otro
- Miedo desmedido a perder al ser amado
- Obediencia sin cuestionamiento
- Se vive la distancia como desamor
- Obsesión por el ser amado
- Exceso de demandas mutuas permanentes
- Urgencia de sentirse completo en el otro
- Alto nivel pasional y sexualidad compulsiva sin importar la calidad
- La madurez emocional se considera indiferencia, falta de sensibilidad o poco interés por la pareja
- Falta de libertad e igualdad que da entrada a la posesión, los celos, la asfixia, el empobrecimiento mutuo y en muchos casos la violencia
Es común disfrazar esta deficiencia afectiva como una sensibilidad especial: se premia más el “exceso” de amor que la madurez emocional. El auténtico amor promueve el afecto sin la opresión, pone distancia ante lo enfermizo y perjudicial y vuelve a acercarse con mesura y ternura cuando el contacto es oportuno y constructivo.
Amar maduramente nos permite decir: “me gusta que estés a mi lado, me alegra tu presencia, te disfruto; pero si no estás, aunque te extrañe y me hagas falta, puedo seguir adelante”.
Se requiere de cierto aplomo y capacidad de correr riesgos para conquistar el territorio del amor. La incertidumbre forma parte de él como de cualquier otra experiencia. Quien necesita desproporcionadamente el amor de su pareja prefiere sufrir su compañía que padecer la soledad; por el contrario, quien no necesita ser “tan amado” por su compañero, está en mejores condiciones de reconocer el intercambio lastimoso cuando se está gestando y de tomar decisiones pertinentes en consecuencia.
Es posible amar intensamente a una persona y conservar la independencia personal, al tiempo que se cuida y se hace crecer el vínculo amoroso.
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