Ya sé que somos unos estuches de monerías, unas joyitas, unas muñecas recién salidas de la juguetería, unas chuladas, bueno, hasta nuestro propio día internacional tenemos y toda la cosa, peeeeeeero… a veces “se nos atora el clutch” (como dice Elizabeth mi prima), y nos sale la Drama Queen que todas llevamos dentro. Y, ¿qué creen? Eso es precisamente una de las cosas que los hombres no soportan de nosotras (entre otras que estoy por compartirte). Así que si quieres mantener a tu “pior” es nada enamorado y en sus cabales, a tu socio orgulloso de serlo o a tu jefe convencido de que puede confiar en ti, evita lo siguiente (o compártele el artículo al hombrecito en cuestión, para que pueda comprender tu comportamiento):
- No llores cuando te regaña, cuando te señala un error o cuando discutas con él. Aunque nos cuesta mucho trabajo lograrlo pues el llanto es una reacción fisiológica ante una emoción fuerte, a ellos les irrita pues piensan que los estás tratando de manipular, chantajear, hacer sentir mal o ablandar utilizando esta “técnica”. Y es que las mujeres que sí lo hacen como método de manipulación, nos han desprestigiado a todas. Así que, hacerlo te hará perder credibilidad ante el caballero.
En nuestra defensa:
Tanto hombres como mujeres producen la misma respuesta emocional (no quiere decir que ellos sean unos insensibles), la diferencia es que el lagrimal de la mujer es más corto que el del hombre. Por esta razón, a nosotras nos cuesta más trabajo contener las lágrimas, mientras que ellos pueden acumularlas más fácilmente. De hecho, la ciencia afirma que una mujer llora entre 30 y 67 veces por año, mientras que un hombre solamente lo hace entre 6 y 17 ocasiones. Este factor fisiológico, aunado a la creencia social de que llorar es símbolo de debilidad, pues nos pasa a dar en la torre, mis queridas chatitas.
Consejo: di que vas al baño y aléjate un ratito en lo que se te pasa la emoción y te estabilizas un poquito. Además, esto evitará que acabes diciendo algo bajo un estado alterado de conciencia, de lo que después te puedas arrepentir.
- Ponle a tus reclamos fecha de caducidad. Es decir, si perdonas, ¡perdona en serio! No quiere decir que olvides (quizá eso sea imposible, siempre estarás alerta y atenta pues aprendiste la lección), pero si has decidido volver a confiar o si le darás al susodicho una segunda oportunidad para enmendar su error, sé congruente con tu decisión. No se vale traer a discusiones presentes, situaciones pasadas; tanto si son pasadas y ya se discutieron anteriormente, como si son pasadas y no te atreviste a abrirlas en ese momento de forma asertiva y llevas acumulándolas siglos. Como diría José José: “Ya lo pasado pasado”. Normalmente recurrimos a estos tejemanejes para ganar puntos cuando sentimos que estamos perdiendo la batalla, pero la realidad es que eso sólo los altera, hace que cierren todo canal de comunicación, los pone en calidad de Hulk y tú, pierdes credibilidad.
En nuestra defensa:
Cuando el hombre en cuestión reacciona muy mal a las críticas constructivas, se altera cuando no tiene la razón y no nos da la oportunidad de comunicar lo que nos molesta a tiempo, no nos deja de otra más que recurrir a la sumisión y a guardarnos el coraje. El no expresarlo no hace que desaparezca, sólo hace que explotemos eventualmente como ollas express y, como decía mi maestra la Señora Hiort: “nos volvemos históricas e histéricas”.
Consejo:
Aprende a comunicar de manera asertiva lo que te molesta. La asertividad es el punto de equilibrio entre ser francotas y agresivas diciendo lo que pensamos sin cuidar las emociones del de enfrente, y la sumisión de quedarnos calladas por miedo a la reacción del otro. Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Justo la asertividad, es el punto medio que nos permite comunicarnos decidiendo de manera inteligente: quién, cuándo, dónde y cómo.
Muy prontito volveré a dar mi taller de comunicación asertiva “Comunica y Convence”, si te interesa, ¡mándame un email a [email protected]!
- No le preguntes que qué siente cada 15 minutos, esperando una respuesta amplia y profunda. A las mujeres nos gusta mucho hablar sobre nuestras emociones, de hecho estamos programadas para hacerlo. No sólo eso, somos unas maestras para identificar las emociones de otras personas a metros de distancia, y logramos empatizar más fácilmente. Eso está en nuestro ADN, en nuestra información celular. El hombre no. ¿Ok? Ellos están programados para no combinar sus emociones con su razonamiento y por eso logran ser más prácticos, pragmáticos y fríos. Les cuesta mucho trabajo poner en palabras lo que sienten, no porque no lo sientan, sino porque no pueden identificarlo con la misma facilidad que nosotras. Así que cada vez que le preguntas: –¿mi amorcito, qué sientes? Si tienes suerte, te contestará con una respuesta trillada, breve y concisa. Si insistes, entrará en shock, le dará un ataque epiléptico, sacará espuma por la boca y colapsarás su sistema.
Consejo:
¿Quieres saber qué siente? Platica con él, hazle preguntas que te permitan entender qué piensa, sensibilízate, saca tus antenitas de vinil, percibe su emoción y después dile: -te siento angustiado por no poder apoyar a tu hermano en esto, tu reacción es de enojo, pero creo que lo que sientes es más bien tristeza. ¿Estoy en lo correcto? Te volteará a ver con los ojos bien abiertos mientras por dentro piensa: “Esta mujer es bruja”.
En su defensa:
Según el Doctor Francisco J. Rubia, el cuerpo calloso -estructura que conecta ambos hemisferios del cerebro- es más grueso en la mujer que en el hombre. Esto permite mayor comunicación entre el hemisferio izquierdo –responsable del lenguaje- y el derecho –encargado de las emociones, entre otras funciones-. Así, para nosotras es más fácil ponerle nombre a lo que sentimos y hablar de ello. Y no es que seamos mejores, en realidad su cerebro está diseñado de forma diferente para cumplir funciones distintas que a nosotras nos cuestan trabajo, como por ejemplo concentrarse por horas en un objetivo (que puede ir desde cazar un mamut, hasta un partido de Fútbol Americano que dura 4 horas) sin que nada ni nadie lo distraiga (ni siquiera el llanto de su bebé de 5 meses en el cuarto de al lado, o los gritos y sombrerazos de su mujer reclamándole por el gasto).
Ahora sí, bajo advertencia no hay engaño. Informada estás. Ahora comparte esta columna con otras mujeres, tanto ellas como los hombres en sus vidas te lo agradecerán. ¡Hasta el próximo viernes!
Pam