Mi carta a Santa Claus…

Georgette Rivera

Recuerdo que a la edad de cinco años, en cuanto en el calendario de la cocina de la casa de mis padres aparecía el mes de diciembre, yo de manera entusiasta estaba lista para escribir mi carta a Santa Claus, y empezaba más o menos así:

Querido Santa:

Este año me he portado muy bien, he hecho las tareas de la escuela y he sido muy obediente con mis papás, quisiera que me trajeras los zapatos de tacón Mi Alegría, la Barbie hawaiana, la máquina de raspados Lily Ledy y unos dulces. Llévale comida a los niños que no la tienen y, por favor, dale un abrigo a los niños que tienen frío.
Gracias

En años posteriores dependiendo de mi necesidad de convencer a  Santa de mis buenas acciones, o bien de hacerle saber todas las cosas buenas que yo había hecho, la carta podía ser en verdad extensa y llevar todo tipo de dibujos coloridos y agradecimientos ilimitados. En fin, cada año era un verdadero ritual sentarme a escribir con toda ilusión lo que yo sentía, comunicarme con ese maravilloso ser y decirle que estaba en espera de su llegada el día 25, y si bien es cierto que en temporada de clases me podía costar trabajo levantarme a las 7:30 am para llegar a la escuela, el día de Navidad siempre fui puntual al despertarme a las 6:00 am o antes.

Años más tarde en vísperas de Navidad, mi hermano y yo estábamos platicando con unos primos, -y por increíble que parezca a la edad de 12 años yo seguía en el mismo canal, esperar a Santa-, ellos nos dijeron que éramos unos ilusos, que por supuesto ese cuento de Santa no existía, que ellos sí sabían quién era y lo conocían muy bien, bla bla bla, entonces yo muy segura y desafiante les pregunté:
–entonces, ¿quién es Santa Claus?

–¡qué tonta eres! son los papás, jajajaja

–¿cómo? ¡eso no puede ser, eso no es cierto y se los voy a demostrar!….

En fin, hecha un mar de lágrimas no podía creer eso, me dolió mucho, no me cabía en la cabeza; sin embargo, yo necesitaba acreditar que esa magia con la que yo había crecido durante tanto tiempo tenía algún fundamento y fue así como al año siguiente le escribí a Santa a esta dirección:
Papa Noel

Táctikuja 1, FL-96930

Napapiiri
Círculo Polar Ártico

 

SantaClaus2

 

 

SantaClaus3

Durante meses esperé respuesta, me sentía  en verdad ansiosa, pero siempre supe que tendría respuesta, incluso cuando me decían que no siguiera inventado tantos cuentos.
Y fue así, que una tarde del 15 de enero de 1984, 20 días después de la Navidad, el cartero llegó con correspondencia y había algo para mí, una respuesta de Santa desde el buzón rojo, de Laponia, Finlandia: ¡una tarjeta deseándome Felices Pascuas! Eso fue suficiente, no necesite más, el mejor y mayor regalo que habría podido recibir era ese, el que espera en la fe, el que no tiene tiempo ni espacio, el que hasta el día de hoy me ha hecho tener una vida de cuento, es decir haciéndome acreedora a milagros inimaginables, mismos que me dieron la madurez de entender que la ilusión es personal y a cada persona le llega el tiempo de dejar de creer o de seguir creyendo a pesar de las circunstancias, de mis primos sólo sé que cuando vieron mi postal supieron que alguien, al decirles que Santa no existía, les jugó una mala pasada, y que hasta hoy día viven sin ilusiones, permitieron que les arrancarán la Navidad y todo lo que ella conlleva. Así que puedo concluir que lo importante es el mensaje no el mensajero, recuerda que tú eres quien construye y edificas aquello en lo que tus creencias pueden seguir vivas aun cuando nadie crea en ello, pues entre crear y creer sólo existe una vocal de diferencia, ¡Feliz Navidad!

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