¿Te ha pasado? “El mandamás”, “el mero mero petatero”, “el aquí mis chicharrones truenan”, te llama a su oficina… Te levantas de tu cubículo, caminas lentamente como res al matadero, todos te observan sintiendo pena ajena y tú, entre el sudor frío y el nudo en la garganta, preferirías que te tragara la tierra… y lo peor, el Chapulín Colorado ya no está para ayudarte, caput, feneció, nos abandonó, ¿por qué se fue por qué murió por qué el señor se lo llevó? Además, sabes per-fec-ta-men-te en qué la regaste.
Justo hoy, una de mis mejores amigas me mandó un mensaje haciéndome una muy buena pregunta, misma que sirvió como inspiración para este artículo:
-¡Auxilio! En unos minutos, mi jefe me va a llamar la atención por un error que cometí con unos colaboradores a mi cargo que se quejaron del trato que les doy, he estado cambiando mi conducta desde que me lo hicieron notar, pero ¿cómo debe ser mi actitud frente al regaño?, ¿hay algo que pueda decir o hacer para hacerlo más ligero y quedar en buenos términos con él?”, -me preguntó preocupada.
-Hay algo que puedes hacer y decir para no sólo hacerlo más ligero, sino incluso aprovechar esta situación de crisis para dejar una buena impresión, -le respondí.
Toma en cuenta las siguientes recomendaciones y salva tu pellejo:
- Adopta una actitud humilde, pero no sumisa. La humildad radica en reconocer de manera genuina que, aunque eres muy bueno en tu trabajo y hay un montón de cosas que haces bien, también existen cientos de posibilidades para mejorar y seguir creciendo. No somos productos terminados ni perfectos, pero somos perfectibles y contamos con algo invaluable: nuestra capacidad ilimitada de aprender.
- Ser sumiso es quedarse callado y bajar la cabeza, tampoco queremos eso. Sin embargo, cuando digo “no te quedes callado”, no me refiero a ponerte a la defensiva o justificarte, eso ya no tiene caso, solamente vas a marear a tu jefe y a quedar mal. Enfócate en la solución.
- Mejor, recibe el comentario con apertura y gratitud. Reconócelo y agradécelo de manera expresa. Si ya habías reconocido esa área de oportunidad en ti, dilo. Y después de eso, explica de qué manera has actuado últimamente o piensas actuar a partir de ahora, para mejorar. No nos definen nuestros errores, sino la manera en que respondemos a ellos para solucionar la situación y evitar que se repita.
- ¡Pide un consejo! Después de escuchar con atención lo que tu jefe tiene que decir (dándole al tema el peso y la importancia que él le dé, no lo apresures diciendo “ya entendí”), pídele una recomendación sobre la manera en que él ha manejado situaciones como ésta previamente o cómo lo haría en tu lugar. El hacer esto no sólo te dejará bien parado por el hecho de demostrar interés en mejorar y humildad para aceptar que no lo sabes todo; también es una forma de reconocer su liderazgo, experiencia y autoridad, ¡le encantará!
Qué no hacer:
- -Si eres de esas personas (como yo) que cuando se ponen nerviosas se vuelven “chistositos”, muérdete la lengua y escucha con seriedad. Deja el sentido del humor para el final de la plática, si en ese momento sientes que el contexto lo permite, es una buena forma para relajar el ambiente y quedar “de buenas”.
- -No le eches la culpa a nadie que no esté presente. Es contraproducente. En lugar de ganar puntos (como creeríamos), vas a perderlos. Si el desacierto fue de alguien más, plantea la situación tal como fue, abriéndole la posibilidad a tu jefe de incluso consultarlo con las demás personas implicadas (haciéndole ver que no estás chismeando ni cargándole el muertito a alguien más); sin embargo, eso no significa que estés deslindándote de la responsabilidad, ya que formas parte de un equipo y si el equipo falla, fallan todos. Así que sé específico y muy claro al plantear tu parte de la responsabilidad, y lo que harás diferente en futuras ocasiones.
- -Que no parezca que le estás dando el avión. Es decir, no seas condescendiente ni le des por su lado si no estás de acuerdo. Eso también es ser sumiso. Escucha sin afirmar con la cabeza todo el tiempo, solamente mantén la mirada atenta y abre bien los oídos. Al final retoma los puntos en los que sí coincides y después implementa los 4 pasos anteriores.
¿Ya ves? No es tan grave si sabes reaccionar. Recuerda esta frase y repítela en tu cabeza como mantra mientras caminas hacia su oficina: “No soy mis errores, soy mi respuesta a ellos”.
¡No contabas con mi astucia! 😉
Besos chat@, hasta la próxima.