Dicen los que saben que, aproximadamente, entre un 30 y 40% de las mujeres en el mundo, NUNCA han tenido un orgasmo.
En mi experiencia clínica, esta estadística se queda corta… es impresionante la cantidad de mujeres que no se conocen, que nunca han visto su cuerpo desnudo (mucho menos lo han tocado). No dejo de sorprenderme al escuchar sus historias, las cosas que hacen en la cama y las que, por nada del mundo, harían… ¡Estoy segura que ustedes también se quedarían con la boca abierta!
Pero, lo interesante y que muchas veces perdemos de contexto, es que el orgasmo no es TAN importante como creemos. Si bien, para la gran mayoría, es el resultado, generalmente, de la forma en la que vivimos nuestra sexualidad; también es cierto, que no siempre es así. A veces es justo esta obsesión por alcanzarlo, lo que nos lleva a no lograrlo.
Porque, hoy en día, hay que decirlo, pareciera que alcanzar el orgasmo se ha convertido en una obligación y nos olvidamos de todo el caminito que recorremos para, eventualmente, llegar a él.
Así que, mi recomendación de hoy es: date permiso de apapacharte, conócete. Ve qué sientes y cómo sientes si te tocas; toca TODO tu cuerpo, recórrelo de principio a fin, no dejes ni un solo centímetro de piel virgen. Haz de tu untada de crema diaria, toda una experiencia.
Si te sientes lista para el siguiente paso, mastúrbate. Prueba diferentes formas, posiciones, velocidades y presiones… aprende a conocer tu ritmo sexual. Ve qué necesitas, cuánto tiempo y con qué intensidad. Pero, sobre todo: estate presente en cada paso, disfruta del viaje y olvídate del destino. Arriésgate y descubre tu cuerpo, siéntelo, piérdete en él.
Empieza por lo básico, ¡disfruta la vida! Desde ahí empieza el goce sexual… La siguiente vez que estés comiendo un helado, saboréalo; si estás en el mar, siente la brisa y regodéate con la puesta de sol… permítete asombrarte de todo lo que ocurre a tu alrededor, porque esa misma capacidad es la que necesitas en la cama… ¡sorpréndete!