Amor y reglas: La mejor combinación para nuestros hijos

Francisco Labiaga

Francisco LabiagaLlegar al punto en que tu hij@ esté convencido que tú corazón le pertenece y puede compartir su vida y sus inquietudes; es una opción que como padres puedes construir.

Y si alguien me hubiera dicho que SER PAPÁ es mucho más que la emoción que se vive cuando llegas a la sala del hospital y te dejan ver a tu pequeño bebé, no lo hubiera entendido de la misma forma que hoy; o que no tiene nada que ver con lo que viviste como hijo, quizás me hubiera reído.

Cuando fui hijo adolescente, no me daba cuenta de algunas cosas que hoy puedo asimilar de manera diferente; me molestaba la insistencia de mis padres en hacer las cosas “a su manera”, me irritaba tener que cumplir con el horario, me molestaba dar tantas explicaciones sobre lo que quería hacer y que para ellos podía “parecer un poco loco”, y sentía que ellos tenían una visión del mundo muy pequeña para no me dejarme volar. El sentimiento no era permanente, pero así sucedía.

Hoy que soy padre de dos adolescentes y una pequeña; tengo una mirada diferente de lo que viví. Y me doy cuenta que mi realidad no era tan mala. Sin embargo, me cuestiono sobre algunas cosas que no viví, en especial la clase de permisos, el manejo de ciertas libertades y situaciones nuevas (guiadas por la tecnología) que antes no existían.

Y en este caminar, he descubierto dos caminos que me han ayudado a encontrar una respuesta. El primero es ser impecable en mi lista de valores, pleno acuerdo con la mamá, y poder transmitirlos a mis hijos de la misma forma, con seguridad y congruencia para construir un frente común y poder establecer límites y consecuencias.

En resumen, CREAR LA CONSTITUCIÓN de mi propio hogar y que ellos entiendan que no hay cabida para la mentira, para el daño a los otros, o donde ayudar al prójimo y respetar a los demás es parte de nuestra bandera familiar, por ejemplo.

El tema requiere precisión, orden y disciplina. Precisión, porque debe entenderlo tanto el mayor de los hijos, como el menor; orden, porque no está sujeto a mi estado de ánimo o mi nivel de estrés; y disciplina, porque debo ser constante en lo que predico y busco como persona y familia.

El segundo punto, es crear un lugar único, donde haya espacio para salirse de lo cotidiano y entablar una relación de corazón a corazón, donde sea permitido hablar de cosas que pueden molestar o incomodar; donde puedas definir tus sentimientos; donde los dos (padre e hij@) puedan entablar una conversación amable y la confianza sea la invitada de honor. Este espacio es válido para expresar lo que no te gusta del otro (dentro de la línea del respeto), o quizás manifestar tus dudas y preguntas, o cuestionar la misma Constitución familiar.

Hoy más que antes, sin duda alguna, tus hij@s buscan a sus amigos para conversar de sus cosas, pero los PARES (compañeros de su edad) tienen una visión corta en muchas situaciones y sus respuestas pueden estar limitadas debido a su edad, entendimiento y la hormona del momento.

En esta invitación no busco que tú, papá, seas amigo de tu hij@, lo que pretendo es lograr que puedas ser PUNTO DE REFERENCIA, qué puedas convertirte en una fuente de información porque eres auténtico, confiable y veras; pero sobre todo porque tú hij@ es consciente que tú corazón le pertenece, sabe que puede estar en desacuerdo contigo y también puede decirte las locuras que pasan por su mente para dialogar y resolver las marañas mentales que todos llegamos a tener. Y no se elabora cuando tiene 12 años; empieza desde que lo tomas de la mano para que te cuente porque está llorando en el parque, sin prejuicios.

El camino de la paternidad en la actualidad está ligado a renovar la propia idea que tenemos de nuestro padre, independiente de los aciertos y las carencias que hayamos tenido; nos invita a digerir nuestros sentimientos, a poder hablar de ellos, a renovar nuestros valores, a construir un camino para aceptar el miedo, el enojo, el amor, la alegría y la tristeza, como elementos que vive el ser humano y así crear nuevas formas de comunicación que nos acerquen a nuestros hijos, no sólo como autoridad sino como compañeros de camino y poder ayudarles a ser seres humanos compasivos, comprometidos y felices.

El vínculo requiere una construcción día a día. Los tiempos de hoy nos exigen dejar a un lado el juicio apresurado e intentar escuchar con todo nuestro ser, antes de que nuestra mente salte debido a sus creencias y expectativas.

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