Hace muchos años me encarcelé voluntariamente, siguiendo al que entonces era mi esposo, en el CERESO de la Mesa en Tijuana, Baja California. Lo que yo les pueda contar de ese lugar se queda corto con lo que en realidad era… Estar presa ahí me hizo crear espacios mentales donde yo me pudiera sentir segura para conservar la sanidad mental pues el horror que se vivía dentro era indescriptible.
En nuestra carraca, nombre asignado para las viviendas que comprabas, había una pequeña ventana que, por fortuna, daba al exterior del penal. Yo mido 1.50 y mi escasa estatura me impedía ver a través de ella, por esto me arrimaba una silla y me paraba de puntitas para poder ver a lo lejos un enorme árbol que balanceaba sus ramas al son del viento. Observaba atenta esperando a que una hoja cayera lentamente al suelo. Cuando esto llegaba a suceder cerraba los ojos y los apretaba bien fuerte para darme la oportunidad de imaginar cómo se sentiría el viento en mi rostro, cuál sería la textura de la hoja acariciándome la piel y qué tan penetrante podría resultar el olor de esa tierra mojada…
Me recriminé una y otra vez no haber apreciado todas esas pequeñas cosas que en conjunto hacen grande a la vida. No podía dar crédito de no haber tenido la capacidad de valorar esos regalos que la vida nos da a diario y a manos llenas y así, parada en una silla de metal me prometí nunca repetir eso. Fue entonces cuando creé, en mi imaginación, un hermoso cofre de tesoros para guardar en él esos regalos que nos enriquecen el alma y que llevaremos como única posesión al viaje eterno.
Tener ese cofre de tesoros imaginario fue mi salvación dentro del Pueblito de La mesa porque era un escape mental que me permitía ir y venir a un lugar hermoso dentro de ese averno, en cambio veía yo a muchos que evadían la realidad a través de las drogas y era una pena ver cómo estas acababan lentamente con sus vidas. Es una dicha poder echar mano de estos recuerdos cuando las cosas no son como quisiéramos en la vida. Aunque, a veces, no nos damos cuenta que estas situaciones son maestros que nos ayudan a entender y crecer para trascender.
Gracias a este cofre de tesoros desde entonces soy una persona diferente. Llevo años acumulando miles de regalos que enriquecen mi existencia, sé que muchos penarán ¿pero qué puede tener de especial cerrar los ojos y sentir la lluvia escurriendo lentamente sobre mi rostro? Créanme que lo tiene todo porque esos son en realidad las cosas que vale la pena disfrutar y curiosamente no cuestan.
Yo los invito a tener desde hoy su cofre de tesoros. Dense a diario el tiempo necesario para irlo llenando con todo aquello que nos hace sonreír desde dentro y que alimenta nuestra alma.
Vivir es maravilloso y está en cada uno de nosotros hacer de la vida la aventura más hermosa que podamos experimentar.
¡A llenar nuestro cofre de tesoros!
Les mando un abrazo bien fuerte, de esos que reparan el alma…
Con amor,