Antes de que como padres pretendamos formar niños líderes, debemos entender exactamente lo que es un líder. Hemos escuchado en innumerables ocasiones los conceptos “líder negativo” y “líder positivo”. Este es el primer punto que representa una gran confusión. No existen líderes negativos ya que un líder es un individuo capaz de motivar y ejercer influencia en el comportamiento y modo de pensar de un equipo con el propósito de TRABAJAR POR UN BIEN COMÚN. Esto significa que un líder verdadero trabaja en pro del bien, por una buena causa y por transformar su entorno. Por lo tanto, al llevar a cabo acciones contrarias a este fin o negativas, deja de ser un líder.
La formación de un líder inicia desde el nacimiento. Aunque algunos niños nacen ya con algunas características y temperamento para convertirse en líderes, como padres debemos enfocarnos en trabajar con nuestros hijos en formar hábitos de excelencia y valores tales como pasión por lo que hacen, empatía, integridad, confianza, curiosidad, audacia, tolerancia a la frustración, respeto a las diferencias, trabajo en equipo, honestidad, responsabilidad, compromiso, entre otros, para darles un sentido de orientación de vida.
Educando con límites, consistencia, congruencia y amor, tendremos niños seguros y emocionalmente inteligentes. La inteligencia emocional juega un papel preponderante en la formación de líderes ya que ésta se considera la habilidad para manejar sentimientos y emociones propios y de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información para guiar el pensamiento y la acción (Salovey y Mayer, 1990).
Recordemos siempre que un líder es un modelo a seguir y para nuestros hijos, los padres somos ese primer modelo. Para formar líderes, debemos actuar como líderes ya que aprenden de nuestro ejemplo cotidiano. Seamos conscientes de sus capacidades y debilidades, ayudémoslos a enfrentar retos y consecuencias pero siempre encontrando un sentido positivo de vida orientado al crecimiento y al bienestar de ellos mismos, su familia y su comunidad.