Cuando el carpe diem se hizo parte de mi vida

Francisco Javier Garrido

Francisco Javier GarridoDesde mi infancia obtuve un terapéutico gusto por las lecturas. Durante la escuela primaria acabé con una pequeña biblioteca “rincón de lecturas”; libros con mucha ilustración y grandes historias que en verdad eran muy cortas. Esta biblioteca estaba un tanto abandonada en la esquina de la dirección, lugar donde pasaba todos mis días, porque era llevado allí por mala conducta. (O es lo que los profesores decían). La directora me miraba estar tranquilo con mis lecturas y a veces me daba consejos sobre portarme bien.

Ya que ingrese a la primaria sabiendo leer, sumar y restar. Acababa los ejercicios de manera inmediata, por obviedad el A,E,I,O,U. No me eran suficientes; por ello me distraía y distraía a mis demás compañeros, quienes después de varios regaños o llamadas de atención optaron por ignorarme y lo que conseguían al hacerlo es que los golpeara y después me golpearan a mí en casa, con cierta razón. Al principio fueron empujones y aventones; cosas normales entre niños de mi generación, pero después se convirtieron en agresiones con intensiones en verdad malévolas, como buscar palos con clavos o piedras grandes para golpearles la cabeza.

Así que el mejor remedio que encontraron los adultos, fue aislarme y tenerme en la dirección donde encontré esa pasión literaria.

Después, esos libros no fueron suficiente y en casa no había libros, así que encontré en otra casa revistas tipo el libro vaquero, que me motivaron demasiado por 2 factores:

Uno, hablaban de sexo y dos, decían venta sólo para mayores de 18 años, (yo solo tenía once) así que la idea de lo prohibido estimulo mi lectura y no solo eso, allí leí una sarta de historias sobre muchas maneras de ver a mujeres fogosas, deseosas y deseadas; siempre me preguntaban si en realidad la vida sexual era así, pero a nadie le podía formular esas dudas. Esas revistas me llevaron a los cómics y los cómics que tenían hermosos diseños y colores, pero sobretodo contenidos muy interesantes, aunque en su momento y por mis condiciones, tuve acceso a muy pocos…

Tenía 13 años cuando leí por primera vez esas 2 palabras, CARPE DIEM en un estante que servía de soporte a la primera biblioteca más asombrosa que podía haber encontrado. Muñecos medievales y algunos soldados empolvados acompañaban el sin fin de títulos. Marcos superestrella, el misterio de las catedrales de Michel Foucault, la novia de Corinto de Amado Nervo, Pendragon de Stephen Lawhead o pedagogía del oprimido del gran maestro Paulo Freire. Cerca de unas imágenes de un calendario azteca y fotografías de Brandon Lee en la película “el Cuervo” encontré libros de Carlos Castañeda sobre el arte de ensoñar y los relatos de Don Juan, Azteca de Gary Jennings, mi primer encuentro con diálogos de Platón y la filosofía encantadora de Nietzsche; además de libros enigmáticos como bodas del cielo y el infierno de William Blake, narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe, encontré los cuentos que cambiaron mi perspectiva imaginaria y mi concepto de cosas a que tener miedos, cuando me Hundí en las narraciones de Howard Philips Lovecraf.

Sé de forma definitiva que entrar a ese espacio tan personal me motivó a desear tener un espacio así en el futuro y más aún, poder devorar la información y contenido de los más libros posibles. ¿Por qué?, para mí fue simple. Conocí a un hombre, el dueño de esa biblioteca y vi como de alguna manera él tenía muchas notas mentales sobre sus libros y podía hablar de miles de temas interesantes; además de recorrer su biblioteca y señalar el libro y la pagina donde podrías encontrar más información sobre el tema que se planteaba. Lo hacía con naturalidad pero era en verdad era algo súper impresionante. Lo más impresionante que pude ver de Raymundo, mi mentor, es que todo ese conocimiento no era del todo importante; lo importante es lo que logra con ello, además de re-direccionar mi vida al mundo de la cultura, lo he visto lograr eso en cientos de alumnos a los que asesora desde un salón de clases en una secundaria, dentro de uno de los municipios más peligrosos y violentos del centro del país. “Ecatepec”. Él siempre siembra y da. Me enseño sin muchas palabras lo que significaba el carpe diem.

Una tarde estando en el balcón de su casa (donde fui huésped de él y su esposa algún tiempo mientras estudiaba la preparatoria), le pregunte:

–¿Qué es carpe diem? –Su hija jugaba en el suelo con muñecos de tela, y él siempre vestido de negro, trabajaba en la computadora alguna tarea (porque siempre está preparándose). Luz, su esposa, estaba en la cocina después de su trabajo como educadora en un kínder, preparando la cena. En una pequeña grabadora gris plata sonaba Silvio Rodríguez y llenaba de música la casa con su trova romántica. Él levanto la cabeza del monitor, vio a su alrededor lo que ya describí y me respondió:

–Sin duda ¡es esto!

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