Cuando casarte se convierte en una meta

Cuando casarte se convierte en una meta

Cuando casarte se convierte en una meta
Cuando casarte se convierte en una meta

¿Tu meta es casarte? Probablemente estés cometiendo un error, casarte no debe convertirse en una meta, pues a diferencia de la carrera universitaria y de otras metas personales, casarse no depende de ti, sino de que otra persona desee compartir contigo el resto de sus días.

Es decir, tú eliges qué carrera universitaria vas a estudiar, o bien si deseas comprar tenis casuales o unos para correr, decides qué tipo de orden vas a pedir en un restaurante o que especialidad en tu carrera vas a estudiar cuando estés a mitad de tus estudios profesionales. Pero no puedes decidir en qué año te vas a casar ni con quien, eso no depende de ti.

Algunas metas que sí dependen de ti son: «quiero hacer una fortuna», «quiero ser un profesionista exitoso», «me haré del hábito de hacer ejercicio» y «mejoraré mi carácter». Pero casarte no, a veces eso llega cuando menos te lo esperas, así que si tus deseos son casarte, no te preocupes, pronto llegará la persona indicada.

¿Qué pasaba en el pasado con los matrimonios arreglados?

Antiguamente los matrimonios los arreglaban los padres, y los acuerdos matrimoniales se hacían por diversas circunstancias. Las bodas se convertían en un negocio donde los padres se ponían de acuerdo para unir fortunas, para comprar posiciones sociales, sacar de la ruina a la familia o por acuerdos de conveniencia. En otras circunstancias, los matrimonios entre príncipes y princesas se arreglaban para unir reinos, evitar las guerras y sacar de la miseria a pueblos enteros, los líderes organizaban bodas para unir reinos y reforzar ejércitos en tiempos de guerra. En ese entonces, el matrimonio se podía ver como una meta. Pero ¿cuál era el resultado de un matrimonio arreglado?: ¡Una vida infeliz!, los cónyuges se tenían que conformar con vivir con alguien a quien no amaban o que apenas conocían.

¡Volvamos al presente! Hoy puedes elegir tratar de conquistar a alguien, esforzarte y hacer todo lo posible por agradar a una persona, pero no puedes obligar a nadie a que te quiera. Eso ya no depende de ti. Si deseas encontrar a una pareja no te desesperes, procura relajarte y ocuparte en ti misma, cuida tu aspecto personal, cuida tu salud y dedica tiempo en edificarte a ti misma, aprende cosas nuevas y supérate profesionalmente.

No entres en la desesperación

No te precipites a aceptar una propuesta matrimonial bajo el pretexto de que ya estás vieja o que «ya te está dejando el tren», date tiempo para elegir correctamente y pensar las cosas bien. No te preocupes mucho por la edad ni decidas presionada por el tiempo, si no amas a esa persona estarás condenándote a vivir una vida de princesa, no con los privilegios y lujos de una mujer de la realeza, sino como alguien que está con una persona a quien no ama. Que casarte no se convierta en una meta, llegará en el momento oportuno.


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