Cuando te sientas a trabajar en algo que sabes que es muy importante y te desvías a hacer otra cosa, ¿te has preguntado: qué demonios me está ocurriendo?
Muchas veces tenemos una tarea de la escuela, un proyecto de trabajo, o una columna qué escribir y nos bloqueamos, o nos ocupamos en otras cosas como ver nuestras redes sociales, hablar con el compañero de los chismes de la semana, comer copiosamente aunque acabamos de desayunar.
Seguramente algunos no se dan cuenta hasta que ya pasaron varios días, y que unas horas antes de su fecha límite empiezan a trabajar y luego se preguntan por qué están todos tan molestos. Otros puede que vivan una tortuosa angustia diaria por tener presente lo que tienen que hacer, pero termina el día y ¡no avanzaron ni una letra!, para volver a sufrir al día siguiente.
No sabes lo común que es esto, y para eso existen cursos de gerenciamiento, para aprender a delegar responsabilidades, incluso hay libros muy buenos que indican cuales son las prioridades a las que se debe asignar este recurso tan valioso que es nuestro tiempo.
Me parece que todas estas herramientas son muy útiles, y sin embargo, a pesar de tenerlas, he observado en mí y en amigos y colegas de trabajo, que volvemos a caer en los mismos retrasos, desviaciones y frustraciones.
El pasito adicional que me ha ayudado últimamente es conjuntar todas estas herramientas gerenciales, de manejo de tiempo, etcétera; y sumarle una parte sustancial: asomarme a ver qué estoy sintiendo.
Puede que parezca la pregunta más estúpida que te puedas hacer, que puedas pensar: ¿y esto qué tiene que ver?
Te puedo decir que uno de mis mayores descubrimientos en la vida fue darme cuenta que cuando me estoy saboteando: siento muuucho miedo, o que no soy suficiente, o que soy menos, o que soy un perdedor. ¡Sí, de verdad!
Explico: En psicología me enseñaron una máxima que dice: lo que no ves lo actúas.
Quiere decir que si no me doy cuenta de lo que me pasa emocionalmente, lo voy a actuar. Por ejemplo, si muero de miedo pero no me doy cuenta, voy a sabotear mi trabajo, pero lo tendré súper justificado con pensar que la junta acerca de dónde debería ir el bote de basura es más importante que hacer la presentación de resultados de fin de año ante la dirección, o que no pasa nada si los 5 minutos en Facebook se convirtieron en 1 hora.
Al contrario, si me doy permiso de asumir esas sensaciones o emociones, me da una perspectiva diferente y una oportunidad de elegir: voy a actuar con todo y esta sensación o voy a mejorar aquellas cosas que de verdad lo necesitan. En el mejor de los casos, compartir eso que sientes es súper liberador.
No digo que sea una cosa fácil, ni que se sienta bonito; sin embargo, lo que te puedo asegurar es que podrás conocerte mejor y superar tus propios obstáculos de forma más eficaz si reconoces lo que sientes y te rindes a que eres un ser emocional, y que esas emociones te pueden ayudar si las usas a tu favor en lugar de correr de ellas.
Luis Mendoza