–¡Esta es mi casa y si no te gusta allí está la calle!
No se, cuantas veces se siga escuchando esa frase en la actualidad, no se cuál sea exactamente el rigor de enseñanza con el que están creciendo estas generaciones de adolescentes; pero durante la mía (2000-2002) era muy común escucharla.
«¡Cumple tus promesas!» –me dije enojado–.
Tenía rabia apretada en las mandíbulas y los ojos rojos de haber llorado. No sabía para qué estaba aquí (en el mundo); no sabía. ¿Por qué? Esas personas decían ser mi familia y me trataban así. ¿Por qué? Nadie en ningún lugar podía entenderme. (Ya había escrito #adolescencia 🤣 ) Empecé a empacar mis cosas en una mochila negra de viaje, una mochila de menos de 1 metro por 50cm. Allí cabía y sobraba todo lo que era mío, lo que de alguna manera, me definía.
Estaba próximo a vivir mi cumpleaños número 15. Un par de botas, un par de tenis, algunas playeras, pants, jeans y 4 libros (que después les contaré); 4 vendas, 2 pares de viejos guantes de box negros, 4 muñequitos: un rinoceronte, un troll desnudó con largo cabello morado, un maguito de Sonricks y un hieloco rojo; 2 libretas con poemas, cuentos y letras de raps, algunas fotografías de mi hermano José con nuestros perros bullterrier y 60 pesos.
“Me prometí que sin importar el miedo o el dolor; debía avanzar creyendo en mi palabra”
Mi mundo avanzaba conmigo. Mi mundo cabía en una maleta.
Ví a mi mamá después y muy tranquilo le dije
–Me voy de la casa.
Ella me miro y dijo
–¿A dónde? –En tono incrédulo–.
No respondí y sin voltear me dije «¡Vámonos! Eso es lo único que debemos hacer por ahora. Seguir caminando…»
Varias cuadras después me senté a llorar en la banqueta. Aún seguía reverberando en mi cabeza la pregunta en la voz de mi madre «¿a dónde vas a ir?», aún no tenía respuesta alguna. Pasaron algunos conocidos y limpié mi rostro, se acercó un perro de la calle y lo acaricié; se veía que estaba bien comido y en automático miré al cielo, mi llanto se esfumaba y me llegaron consuelos a través de las ideas.
- Si ese perro no se moría de hambre. Sin hablar, sin poder trabajar, sin muchas de las capacidades que yo tenía, pues yo como ser biológico con habilidades superiores debía de poder estar mejor.
- Yo era el resultado de muchos sueños y tristezas antes de mí, pero “No”debía permitirme ser una víctima de mi situación.
El cielo comenzó a nublarse y saqué una chamarra con gorro de mi mochila, mientras miraba salir corriendo al perro a toda velocidad. Huyó cuando miró llegar a 3 cholos que venían con intensiones posibles de robarme; cuando me quite la capucha de la chamarra; ellos vieron que era yo y de inmediato tomaron una actitud diferente.
En el pasado ya había peleado y ganado peleas callejeras con quienes ellos veían como líderes. Tenía su miedo, su respeto y admiración. Me dijeron que iban a una fiesta. Que iba a estar toda la banda, habría mariguana, cervezas y chavas. Recuerdo haberme detenido un poco a pensar la invitación, pero la lluvia avanzaba y mi palabra fue: Nel.
Después de un rato llegó Claudia –quien es ahora mi hermana– y me dijo
–¿Qué haces nano? –(Como cada vez que me llama y me recuerda que Dios es bueno) Con su pregunta sentí ganas de llorar y ella me abrazo. Le conté mi decisión y me llevo a la casa de mis papás (sus papás). Quienes decidieron darme un espacio en su casa, su mesa y su corazón–.
Las dificultades recién empezaron pero al tiempo, con disciplina y constancia, con amor y la ayuda de varias personas (que en este espacio me abstengo de mencionar porque son tantas), hoy después algunos años más –a mis 30’s–, miro la vida de una forma muy diferente.
He cambiado con el tiempo; el tiempo no me cambio. Tengo más amor del que podría haber imaginado y una familia cada vez más grande gracias a una noble acción, hecha por cada persona que decidió ayudar a un adolescente y creer en él.
Por eso cada vez que puedo ayudo y puedo decirles que:
- A veces la vida se ve más complicada de lo que en verdad es, pero sólo es parte de un proceso. Es como en los videojuegos: debemos mejorar para pasar los niveles.
- Hay muchas cosas que aprender y transmitir de ese momento pero lo que hasta ahora mejor he aprendido es a mantener mi vida en una maleta y sólo poner calidad en su contenido. Mirar al cielo y decir: Gracias. Gracias. Gracias. Gracias por tanta Magia.
Al final todos y cada uno de nosotros sólo somos sobrevivientes. Sobrevivientes de nuestro propio pasado.
“La vida es Guerra”