A menos que vivamos en otro planeta, es difícil no darnos cuenta que son tiempos malos, pero no por la mala economía, o los graves desastres naturales, sino porque hoy día los hijos ya no obedecen a los padres, o los padres ya no educan a los hijos, los corrompen (a veces sin querer): ponen el “amor” sobre todas las cosas, les evitan responsabilidades y no hay consecuencias hacia sus acciones negativas.
Hace poco ofrecí una conferencia sobre cómo desarrollar hijos emocionalmente independientes, e investigando sobre el tema, encontré estudios que demuestran que sin importar la estrategia utilizada para educarlos, los padres desean tres cosas:
- ser valiosos padres
- buenos proveedores
- ejemplos a seguir
Quizá antes de casarte, tenías dos teorías sobre cómo criar a los hijos. Hoy, tal vez tengas dos hijos y ninguna teoría. Podemos observar cómo hoy día siguen menos reglas o nos retan con mayor facilidad dificultando el rol de la paternidad. “Casi nunca te veo”, “no me entiendes” o “es mi vida” son respuestas al momento de intentar aplicar disciplina. Al final, los padres terminan atrapados entre el remordimiento de ser muy “duros” o la culpa de estar demasiado ausentes, causando en el fondo frustración.
–¿Será que la depresión en los jóvenes influye para que no obedezcan igual que antes? –me preguntan–.
Tengo una teoría: recuerdo cómo antes una nalgada era suficiente para hacernos poner los pies en la tierra. El término “depresión” ni siquiera era familiar y teníamos muy claro cuál era nuestro rol como hijos. ¿Te suena familiar? De igual manera escucho comentarios sobre cómo los tiempos han cambiado y no se puede educar igual ¿Acaso la paternidad es susceptible del ambiente que nos rodea? Sigue leyendo.
Intercambiando disciplina por aceptación
Antes, los hijos deseábamos la aceptación de los padres. Hoy, los padres morimos por la aceptación de los hijos. Observemos cuántas veces les hacemos peticiones en lugar de dar órdenes y cruzamos los dedos para que éstas se cumplan. Esta dinámica genera una paternidad dependiente que no tiene nada que ver con el ambiente que nos rodea. No me malinterpretes, no se trata de aplicar una disciplina militar en casa. Pero a través de mis investigaciones he descubierto que el drama de los hijos “difíciles” no tiene que ver con factores externos. Una actitud retadora de los hijos tiene que ver con la tolerancia por parte de los padres a la violación de límites. Entre más dependamos de su aceptación, más dispuestos estaremos a permitir esas violaciones. Al final esto nos mantiene en un estado de dependencia emocional: los padres relajando más los límites para ser aceptados y los hijos incrementando sus demandas, pues esto les genera una falsa sensación de seguridad y autoestima temporal. Al final, exigen más cosas para llenar el vacío que cada vez se hace más grande, empeorando la situación.
Poniendo las cosas sobre la balanza
Te invito a darle next! a la paternidad dependiente. Pesemos la disciplina en la balanza de la disciplina y el amor en la balanza del amor, y no confundamos la eliminación de disciplina como sinónimo de amor. Retomemos la paternidad de nuestros sabios padres. Si bien los tiempos han cambiado, rescatemos las disciplinas que nos convirtieron en hombres y mujeres éticos, trabajadores y compasivos. Bien dice el dicho: “Si quieres que tus hijos mantengan los pies en la tierra, pon algo de responsabilidad y disciplina en sus hombros”, porque todos merecemos tener buenos padres ¡Y nuestros hijos lo merecen!
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