Desde hace un par de meses acostumbro ir a comer con Carmen, mi asistente de producción a un puestecito que está ubicado a un par de cuadras de mi casa porque todos los lunes y los miércoles preparamos todo para poder grabar mi programa los martes y los jueves.
Este puestecito es de Doña Lupe, una señora de 74 años ataviada en vestidos floreados, con una maya en el cabello, una coleta repleta de canas, tobimedias al tobillo y una pulcritud que la caracteriza. Sus sopes de chorizo son únicos y desde hace 57 años deleita a los comensales con su extraordinario sazón y hace, a mi parecer las mejores tortillas del rumbo.
Platicar con ella siempre es un placer porque es una mujer llena de sabiduría, derrocha alegría y tiene las mejores anécdotas. Ayer que comíamos ahí nos sorprendió enormemente cuando se acercó un vagabundo y le pidió, de mala manera, que le regalara una tortilla con sal. Doña Lupe lo volteó a ver con una sonrisa que dibujó todo su rostro y con una voz dulcísima le dijo “con todo gusto, solo espéreme a que termine a despachar al joven”. Acto seguido tomó un bonche de tortillas recién infladitas, les puso sal y un poco de salsa para luego dárselas, sin hacer más aspavientos siguió torteando para completar las órdenes de los presentes.
Todos nos quedamos atónitos pues no es la primera vez que vemos este acto de generosidad en ella, la naturalidad con la que lo hizo fue verdaderamente un acto de amor del que todos debemos de aprender porque a pesar de que Doña Lupe se levanta todos los días a las 4:00 am para ir a traer sus 25Kg de nixtamal para la venta y trabaja alrededor de 14 horas diarias para poder sostenerse es generosa con quien más lo necesita. Es reconfortante y esperanzador ser testigo de que todavía hay gente buena en este mundo que está dispuesta a tender la mano al prójimo sin esperar nada a cambio. No cabe duda que el puesto de Doña Lupe está repleto de gente queriendo “saborear, como ella misma lo dice” sus garnachas porque en realidad ir con ella es enriquecedor.
México necesita más personas como ella que a diario suma mucho a nuestro país con esa forma de ser de mujer echada pa´ delante. Qué diferente serían las cosas si todos tuviéramos una actitud ante la vida como la de Doña Lupe que más que alimentar estómagos alimenta almas ¿no lo creen? Conocerla es un privilegio y un ejemplo a seguir.
Un abrazo bien fuerte de esos que reparan el alma.
Con amor,