Según la RAE un apego es una afición o inclinación hacia alguien o algo. Cuando nacemos todos necesitamos de nuestra madre, o de una persona adulta, para poder proveer nuestras necesidades y poder sobrevivir. En la naturaleza podemos ver como los animales están capacitados para desarrollar la independencia a muy temprana edad a diferencia de los seres humanos, por ello el apego es importante.
Dependemos de nuestros padres no solamente para que cubran nuestras necesidades básicas sino que requerimos de afecto y contacto físico para desarrollar una sana autoestima.
Somos seres sociales y necesitamos de los demás para poder vivir, sin embargo existe una notable diferencia entre este vínculo instintivo que garantiza nuestra sobrevivencia y el apego ansioso y enfermizo que desarrollamos a lo largo de nuestra vida.
Cuando somos pequeños el saber que nuestros padres nos proveen de las necesidades básicas y afectivas nos hace desarrollar un sentimiento de confianza frente al mundo y con las otras personas con las que convivimos y a la larga, cuando somos ya adultos, nos permite ser seres independientes.
Infortunadamente esto no siempre sucede porque el bebé nace antes de lo esperado y pasa un tiempo en la incubadora, la madre debe de trabajar, no es una persona emocionalmente disponible, fallece, etc. Otra opción es que, por el contrario, lo sobre proteger volcando sus inseguridades sobre su hijo y le hace ver a su pequeño que el mundo no es un lugar seguro.
De esta forma crecemos con una carencia emocional que nos hace sentir un vacío afectivo. Cada vez que debemos de enfrentar solos una situación o tomar una decisión nos genera angustia y ansiedad, nos paraliza y nos aterra ser adultos.
Por esta razón buscamos una pareja que nos “solucione” la vida y se convierta en nuestro proveedor de lo que en su momento nos faltó. Nos frustramos ante cualquier señal de desapego o indiferencia y nos genera mucha inseguridad tan solo pensar que nos pueden abandonar porque percibimos el mundo como una amenaza latente que nos puede devorar.
Ante esta búsqueda de llenar espacios vacíos que no fueron satisfechos cuando pequeños recurrimos a demandar promesas como escuchar que siempre nos amarán, nunca nos dejarán y controlar todo el ambiente de la relación, o por el contrario, desarrollamos una falta de compromiso huyendo a toda costa del compromiso por el miedo al abandono.
De esta forma nos aferramos a que esa relación, ya sea de pareja, con un padre, un hijo, un familiar, un amigo, etc. no termine porque el hecho de pensar que pudiera acabar nos hace sufrir y nos convertimos en rehenes emocionales de la persona y de la relación. Permitimos de todo con tal que no nos dejen.
Es responsabilidad de todos identificar que tenemos este tipo de apego enfermizo y terminar con él para poder, por fin, romper esos barrotes mentales que nos encarcelan en esa relación que tanto daño nos hace. Hacerlo implica crecer, ser responsables de nosotros mismos y de nuestras vidas, entender que nosotros somos los únicos proveedores en todos los sentidos de todo lo que requerimos para poder alcanzar vivir en plenitud.
Deja de depender de ese apego que te ofrece un espejismo de bienestar y toma ya las riendas de tu vida porque el desapego es la clave de la felicidad… toma la llave de tu libertad que está esperándote.
Un abrazo de esos que reparan el alma.
Con amor