¡Estoy muy emocionada! Tiene un rato que no me decidía a escribir, pero cuando me platicaron este proyecto me enamoré y aquí estoy. Espero lo disfrutes tanto como yo.
Hace unos días, platicando con una paciente, me encantó corroborar lo importante que es darnos permiso de jugar en el terreno sexual. Jugar es un estado, nos pone en un mood particular:
- Nos permite estar presentes –aquí y ahora-. Es decir, podemos estar en lo que estamos. Muchas veces, lo que nos sucede, es que estamos pensando en otras cosas –como la lista del súper, los pendientes de mañana, el trabajo- y el resultado es que estamos en todo, menos en misa.
- Nos permite estar curiosos. ¿Se acuerdan cuando eran niños? Todo nos sorprendía, por qué sale el Sol, cómo funciona tal o cuál aparato, por qué lloramos, para qué hay que estudiar, etc. La sexualidad, si la dejamos, nos puede dar las mismas sorpresas; si la vemos con curiosidad nos podemos seguir asombrando de todo lo que sentimos y de los “experimentos” que se nos ocurren.
- Nos permite bajarle al juez interno. ¿Te has cachado alguna vez juzgándote una y otra vez por lo mismo? Esa vocecita que todo el tiempo te está diciendo: “Estás gorda, métete debajo de la cobija para que no vea tu celulitis, hazlo con la luz apagada, no le vas a gustar” ó “Lo tienes chiquito, seguro ha estado con mejores amantes que tú, no se te va a parar, no eres suficiente”.
No te azotes, todos escuchamos –con mayor o menos intensidad- esa voz. Si nos permitimos jugar, la podemos hacer parte del juego.
El objetivo de jugar es jugar; si estás compitiendo, no estás jugando. Cuando jugamos, no hay ganadores ni perdedores, hay participantes que se divierten. Con esto, no estoy diciendo que competir sea malo, sólo no es jugar, tiene objetivos y características distintas.
Ahora, probablemente te estarás preguntando ¿Qué sigue? ¿Cómo le hago para jugar? ¡Muy fácil! Saca al niño o la niña que traes dentro, la capacidad la tenemos todos.
Júntate con tus amigos, con tu pareja o con tu familia ¡y jueguen! De verdad, no sé por qué cuando crecemos nos dicen que jugar es perder el tiempo, nada más alejado de la realidad.
¿Qué pueden jugar? Desde escodidillas, las traes, quemados, encantados, papelitos, terremoto… Sí, todos los juegos que jugabas en primaria. Créeme, te vas a divertir muchísimo. Inténtalo y luego me dices.
Ahora, imagínate estar en ese estado juguetón durante tu siguiente encuentro sexual ¡lo vas a pasar bomba! Es más, si le quieres subir un poquito más la intensidad, lánzate a una sex shop –jugueterías para adultos- y ve los juguetes con nuevos ojos. Como ese vehículo que te va a ayudar a no tomarte las cosas tan en serio y a conectarte contigo y/o con tu pareja desde un lugar diferente.
Finalmente, nota qué te pasa con jugar. ¿Te sientes cómodo(a)? ¿Entras fácilmente en ese estado? ¿Qué tanto juegas en el sexo? ¿Qué tan en serio te tomas tus encuentros sexuales? Si depende, de qué depende.
Y como siempre les digo a mis pacientes, mi trabajo es plantearte preguntas… las respuestas las tienes tú. Date permiso de observarte y notar dónde andas y qué tanto juegas. Nos leemos pronto.