Hace unos meses decidí tomar un avión e irme a pasar unos días conmigo misma a la playa para olvidarme de todo. Desde hace varios años tengo esta costumbre de alejarme para tener un espacio de reflexión.
Una de esas tardes estaba en la playa tumbada en un camastro, feliz y agradecida por la oportunidad, disfrutando de una vista espectacular y de un frozen daiquiri de coco. Estaba tan relajada que mis ojos literalmente estaban a punto de cerrarse cuando de repente voltee y vi una pareja que me llamó mucho la atención. Ella era una señora de unos 75 años ataviada en un diminuto bikini azul, él un hombre en sus 80s que no dejaba de acariciarle la pierna, ambos se veían con una mirada intensa que lo decía todo, una de esas en las que se tiene una conversación sin necesitar de las palabras.
Yo no dejaba de elaborarme miles de preguntas, que yo misma me respondía, asombradísima ante tal escena ¿estarán casados? ¿hmmm… pero seguro deben de ser segunda vuelta o hasta tercera? ¿serán amantes? hmm… ¡neeee a su edad nooo! El asombro fue mayúsculo cuando se dieron un beso apasionado mientras ella jugueteaba con la escuálida y blanca cola de caballo, que con orgullo portaba él, mientras la apretaba bien fuerte hacia su pecho. En ese momento la curiosidad me venció y me obligo a levantarme.
Con educación me dirigí a ellos para preguntarles, en inglés pues era la legua que estaban hablando, si no tenían inconveniente en responder algo. Con una sonrisa y una mano extendida, que me invitaba a sentarme en su mesa, amablemente me respondieron que con gusto podía preguntar lo que quisiera. Rápidamente me presenté y sin mayor preámbulo les pregunté: ¿cuántos años llevan de casados? la respuesta me sorprendió: llevamos 56 años juntos… ¡wow! ¡qué! Inmediatamente sacaron una fotografía para mostrarme a sus hijos, nietos y bisnietos llenos de orgullo.
Mis siguientes preguntas fueron: ¿Cómo pueden llevar tantos años de casados, estar solos de vacaciones, fundirse el uno con el otro en cada mirada y hablar sin palabras? ¿cuál es la fórmula? La respuesta: siempre hemos sido la prioridad uno del otro, nosotros somos el pilar de esta familia y si funcionamos como pareja todo lo demás funciona. Cuánta sabiduría hay en esta respuesta…
Hoy en día la mayor parte de los matrimonios terminan infortunadamente en divorcios y sí creo que una de las principales razones es porque cuando llegan los hijos la pareja se olvida de enamorarse cada día, hombres y mujeres se centran en los hijos y descuidan a la pareja sin darse cuenta que esto será la crónica de la muerte anunciada del matrimonio. Al crecer los hijos, si es que no sucede antes, se encuentran dos “extraños” viviendo bajo el mismo techo solamente con algo en común: los hijos y estos finalmente se irán y ellos se quedarán experimentando el síndrome del nido vacío, con miedo a rehacer sus vidas por la edad o la situación económica, resignados a sobrevivir el día a día hasta el final.
Yo soy del porcentaje que decidió ponerle fin a este “modo de sobrevivir el día a día” llevo 13 años divorciada. No cabe duda de que esa pareja de viejitos supieron elegir bien con quien compartirían su vida, tienen claro que lo más importante son ellos y que los demás son el resultado de su amor que tanto cuidan y que tanto alimentan.
Nunca olvidaré ese bikini azul y siempre guardaré la esperanza de que algún día yo esté sentada con uno acariciando la escuálida colita de caballo de un gran hombre… y tú ¿ya tienes el tuyo?
Un abrazo de esos que reparan el alma.
Con amor,