En este mes de septiembre «mes del grito» me pareció importante hacer la reflexión de ¿Por qué gritamos?, hay gritos de enojo, de felicidad, de impotencia, de miedo, de angustia, de tristeza…así es todos los gritos provienen de una emoción. Son una reacción o respuesta frente alguna emoción, cuando es un grito de felicidad o para un festejo como en este mes ¡hasta fiesta hacemos!, pero ¿qué sucede cuando esos gritos se dan por impotencia o enojo? ¿Qué pasa cuando la dinámica en el hogar es a base de gritos? Y ¿mucho más cuando la relación con tus hijos está basada en ellos?
Primer paso preguntarnos ¿porque gritamos? Estas son algunas de las razones
-por costumbre
-porque así lo aprendimos
-porque es sencillo y rápido
-porque no requiere de desgaste intelectual
-porque conseguimos (a corto plazo lo que buscamos) atención o respuesta
-porque «creemos» que da autoridad
-porque parece que le da más importancia a lo que decimos
-porque creemos que así se nos escucha
El grito lo que le dice a nuestro cerebro es que hay un peligro, alerta (esa seria su función) y se genera una hormona llamada cortisol (hormona del estrés), se activa la emoción del miedo y se bloquea una zona de la amígdala que impide el paso de información, basta que en este momento imagines que alguien te grita dentro de una conversación, muchas veces pierdes de vista lo que quería decir y te pierdes en “el grito
Y te has preguntado ¿en que puede afectar vivir en un ámbiente de gritos y hostilidad?
-Vivir en un ambiente así mantiene a las personas en estado de alerta, preparados para responder o cuidarse de una agresión, esto no es sano ni para el cuerpo ni para el cerebro.
-Generan miedo, ansiedad e inseguridad
–Puede desarrollar baja autoestima, porque generalmente los gritos no llevan palabras dulces.
-Gritar será la forma en que aprenderá a resolver conflictos y a relacionarse con los demás, se generan conductas agresivas o defensivas que más adelante (en la adolescencia) se pueden manifestar como ansiedad o depresión
-Cuando un niño vive en un ambiente de maltrato es muy probable que no muestre empatía y que no sepa manejar el enojo o el malestar de otras personas.
-Cuando un niño o adolescente vive en constante estrés o miedo se disminuye nuestra capacidad de atención, reduce la flexibilidad cognitiva (búsqueda de respuestas) equilibrio emocional, se puede ver afectada la memoria a corto plazo y se pierde objetividad.
Estudios demuestran que pueden haber repercusiones de vivir en un ambiente de gritos continuo: se pueden presentar cambios en el rendimiento escolar, discusiones frecuentes con hermanos o amigos, empezar a mentir a los padres, cambios de conducta: agresión, tristeza etc.. esto sucede porque el cuerpo calloso entre ambos hemisferios es muy reducido y se encuentran menos integrados lo que podría ocasionar todos los problemas mencionados.
¿Qué podemos hacer?
1, Cuida de ti. Un papá/ mamá mal comido, mal dormido, con malestares (o enfermo) , frustrado con su vida, es medio complicado que no grite.
2. Hazte consciente de tu ansiedad o frustración. Reconoce que te saca de quicio o te desespera y busca como controlarlas, ya que detrás de toda persona que grita hay un mensaje de impotencia “ No se que hacer o no se que decir”y cuando no somos conscientes de ello y hacemos algo por manejarlo, siempre terminamos gritando.
3. Sé empático y paciente. Los malos comportamientos no siempre son debido a que los hijos “se quieran portar mal”, a veces están cansados, frustrados o esperamos más de ellos de lo que pueden dar (por ejemplo, si te llevas a tu hijo al super cuando tiene hambre, está cansado o ha tenido un mal día, es muy probable que se porte mal y termines gritando).
4. Toma el control: quiero decir “tú eres el adulto” gritar es perder el control y cuando eso sucede perdemos la capacidad de pensar con claridad, anticipa las actividades; expresa lo que esperas de ellos y dales tiempo para hacer la transición entre una actividad y otra: “Te recuerdo que tienes que recoger tu cuarto antes de…” Frases tan sencillas como esa, ¡pueden salvarte de muchos gritos y tus hijos agradecerán la cortesía, tengan la edad que tengan!
Como padres todos hemos perdido el control en más de una ocasión y no es fácil dejarlo de hacer porque esto implica mucho autocontrol, autoconocimiento y autoanálisis y digamos que la vida en continuo estrés y sin pausa no ayuda mucho, tendremos esas emociones que sentimos a controlarlas!
¡¡¡Gritemos juntos pero solo de felicidad!!!
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