¿Daniel Radcliffe y James McAvoy juntos? Esas palabras son suficientes para llevar a miles a una sala de cine y observar cómo ambos actores interactúan entre ellos. Pero, la verdad es que más allá de dos nombres que dominan carteleras, nos encontramos con una historia que nos lleva más allá de lo que podemos anticipar.
Víctor Frankenstein es el nombre que reúne a estos dos actores, dónde se nos cuenta una versión muy diferente al clásico de Mary Shelly y que vio su última encarnación en la piel de Kenneth Branagh hace ya más de 20 años. Sí, hemos visto al monstruo que creó el doctor en otras películas, sin embargo, la historia del doctor puede ser más interesante de lo que nos han contado.
Radcliffe interpreta a Igor, un pequeño jorobado qué por su aspecto físico ha sido relegado en la sociedad y es parte de los actos de burla en un circo de muy bajo presupuesto, y ahí, es dónde ha encontrado un refugio en los libros de medicina abandonados en alguna ciudad. Dentro de sus viajes, se encuentra con el doctor Víctor Frankenstein quién siendo un hombre de experimentos, recluta a Igor para ser parte de su vida y que logre ayudarle en lo que busca el avance que cambiará a los médicos de simples mortales, a dioses.
Nunca antes habíamos podido analizar la relación entre los dos personajes, y el guión de Max Landis (Chronicle), nos permite afrontar una verdadera pregunta que los científicos pocas veces reparan en hacer… ¿Será la frontera entre salvar vidas y creerse dioses lo suficientemente marcada, cómo para que no nos convirtamos en monstruos?
Sin lugar a dudas, los humanos tendemos a ser los peores monstruos que podemos encontrar. La relación entre el hombre y el monstruo, es percibida cómo uno de los aspectos mas horroríficos dentro de la historia del cine, pero nosotros somos los que no aceptamos a los que son diferentes. En el clásico de los monstruos de Universal, Frankenstein es el más humano de todos, a pesar de ser creado de retazos de hombres. Siempre vemos al doctor cómo el científico loco qué se permite romper sus propias reglas para lograr el fin egoísta de ser mejor que Dios.
Y es justo dónde la película cambia. Nos muestra el lado humano del científico que por motivos diferentes, ya está en un estado de locura inusual, pero que muestra un lado más humano ante las personas que son diferentes. El ensayo permite, de esta manera, encontrar que tal vez el mejor lado para ser humano, es aceptar a los que son diferentes a nosotros, porque esto, es lo que nos permitirá no perder el juicio y no ser el monstruo que se asoma por la ventana.