Desde que empecé a dar terapia hasta la fecha, ya han pasado algunos ayeres, pero lo curioso –al menos para mí- es que los pacientes que van llegando pareciera que se ponen de acuerdo para tener el mismo tema que yo.
Invariablemente, siempre llegan 1 0 2 pacientes que –por momentos- juraría que soy yo la que está sentada enfrente de mí. Esa sincronía siempre me ha parecido casi mágica.
Es curioso, porque si observas a tu alrededor –sin importar a qué te dediques- probablemente la vida te mande señales parecidas. Yo estoy convencida que cuando estamos listos para trabajar un tema, nos empezamos a topar con él en todos lados; es como cuando vamos a comprar un coche y de pronto, empezamos a verlo por todas partes. Esto no quiere decir que la ciudad, sólo porque tú lo elegiste, se empezó a cundir con el mismo modelo de automóvil que tú quieres… lo único que pasa es que, ahora, tu atención está puesta en eso y por eso sientes que incrementaron o que están por todos lados.
La atención es una herramienta bien poderosa. Una de las tareas que le dejo constantemente a mis pacientes es: observa; pon tu atención en X o Y cosa de ti mismo(a). A lo que comúnmente me contestan: “Ya! ¿Y luego, qué hago?” ¡Nada! No tienes que hacer nada, de principio… basta con observar, con poner nuestra atención en algo específico de nosotros para empezar a hacer algo diferente.
No, no es magia, pero sí nos permite descubrir mucho acerca de nosotros.
Por ejemplo, si te cuesta trabajo alcanzar el orgasmo o si alcanzas la eyaculación muy rápido… el primer paso siempre es observar, poner tu atención en cómo estás, cómo te sientes. Es probable que si te das permiso de hacerlo, tal vez te des cuenta que justo antes de alcanzar el orgasmo, te llega una frase que te bloquea o te invade el miedo a lo desconocido.
Si te detienes un momento a observar tu excitación, probablemente puedas aprender a identificar el punto de “no retorno”… ese momento donde ya no importa que hagas, la eyaculación es inminente. Si lo puedes identificar y reconocer, puedes aprender a retrasarlo.
Como ves, detenernos un momento a observarnos, aprender a poner nuestra atención en algo que no incomoda, duele o nos cuesta trabajo es vital para poder llevar a cabo esos cambios que nos interesan.
En mi experiencia, no podemos modificar algo que no sabemos que tenemos o hacemos; por eso, el gran primer paso es notar qué me pasa, qué siento, qué creo.
Hay muchos niveles de observación, este el primero y el más básico… pero sin este, no podemos ir mucho más allá. Así que, en tu próximo encuentro sexual –solo(a) o acompañado(a)- date chance de observar cómo estás; nota si alcanzas a ver dónde te atoras o qué te bloquea o te saca del momento.
Observar es una práctica cotidiana, es un músculo que todos podemos aprender a tonificar. Al principio, vas a notar que tu capacidad de observación –probablemente- deje mucho que desear y te vas a cachar papaloteando de algo más… ¡no importa! Lo importante es seguir, porque recuerda que si cien veces te vas…. cien veces regresas a donde estabas.