Cuando alguien asiste a consulta conmigo es evidente que está pasando por un tránsito negativo aunque yo lo llamo de aprendizaje, y es normal que las personas no acepten ese periodo como un beneficio que más tarde les traerá alegría y nuevas motivaciones; sin embargo, me he dado cuenta que casi nadie recurre a la oración en sus momentos de desesperación, les parece como algo en desuso, me preguntan: ¿cómo lo hago?, ¿qué pido?, ¡no sé cómo conectarme con Dios!
A decir verdad, yo no le encontraba el problema dado que es algo que practico diariamente, así que poniéndome en los zapatos de otras personas me situé desde un lugar en el ser donde no se conoce el remanso que produce la oración, y encontré que la mente no tiene una dirección y va como caballo desbocado creando todo tipo de correlatos fatales en torno a su preocupación que, en la mayoría de las veces, termina en desasosiego, falta de interés por la vida, inestabilidad y un sinnúmero de emociones negativas que sólo afectan el buen funcionamiento físico, mental y espiritual de una persona, por tal razón quiero compartir contigo cuan fácil es poder orar sin que ello parezca una gran empresa.
La oración debe ser hecha desde el corazón, la boca debe implorar desde su necesidad más profunda, sin pena, sin culpa, sin vergüenza, siendo verdadero, auténtico, sin querer ocultarle a Dios lo que para él ya es evidente. En la oración se invoca y te pones en relación a Dios, pides para ti esencialmente, pero puedes pedir para otra persona que tiene una necesidad o por alguien que ya abandonó este plano. Al ponerte en manos de Dios para orar las palabras brotan, vienen una tras otra y se vuelven honestas, no tienes miedo de ser juzgado, sabes que estás hablando desde tu espíritu y no desde el ego, y es ahí cuando las cargas empiezan a disiparse, no estás apresurado por ponerle tiempo a la ejecución de tu palabra, te dejas ir, ya no piensas si la posición en la que estás es cómoda o tienes algo más que hacer; si esto te sucede se ha logrado un milagro, quiere decir que te conectaste, que eres tú y nadie más quien ha establecido un puente invisible de energía hacia lo etéreo, hacia lo que no vemos pero que al llevarnos de la mano lo que consigue es darle poder a la oración. Ese poder casi invisible e inaccesible sólo está en una palabra y es en la FE, cuando logres orar con fe ten por seguro que cada cosa que hayas solicitado desde la profundidad de tu alma va a ser escuchada y puedo decírtelo así, te aseguro que Dios te va a contestar muy pero muy pronto. Ese es todo el secreto de orar, hacerlo con fe, ahí sí se mueven montañas y tú lo sientes, no es lo mismo sentir que tu oración se quedó atrapada en el techo de tu habitación, a sentir que salió de ahí y rompió todo obstáculo de energía que se encontrara en su cauce hacia lo infinito.
Prueba una vez y siente ese impulso de orar desde tu yo real, ese que está desnudo en cada acción de amor que manifiestas cuando eres tú mismo.
Que Dios te llene del amor suficiente esta semana para que experimentes milagros asombrosos en tu ser y en el de aquellos a quienes amas, ora, ora con fe, ya verás la diferencia.