¿Eres líder persuasivo o jefe autoritario?

Pamela Jean

P_JEAN_NuevaYa hemos platicado anteriormente que no es lo mismo persuadir que manipular y hoy es momento de llevarlo al siguiente nivel dejando claro que tampoco es lo mismo ser jefe que ser líder. En realidad, ser líder y ser persuasivo están tan relacionados que no podría existir uno sin el otro. Lo mismo sucede con el jefe autoritario y la manipulación. Podemos decir que autoridad y liderazgo son a persuasión, como autoritarismo es a manipulación.

Para detectar si eres un líder persuasivo o un jefe autoritario y manipulador hazte la siguiente pregunta:

¿Tengo el poder de influir sobre otras personas y moverlos a la acción convencidos de lo que están haciendo, aún cuando no saben a qué me dedico o quién soy?

¿O necesito recurrir a mis credenciales para lograr conseguir su apoyo?

Sé sincero contigo mismo, la única manera de lograr un cambio es empezar por identificar un área de oportunidad. Si contestaste que sí a la primera pregunta, ¡enhorabuena! Eres un líder. Si contestaste que sí a la segunda pregunta, es momento de descubrir una nueva forma de hacer las cosas y de llevar las riendas, verás que te traerá mejores resultados a corto, mediano y largo plazo.

A continuación, algunas ideas que ayudan y que te ayudarán a comprender la diferencia entre el jefe autoritario que manipula a sus colaboradores, y el líder persuasivo que sabe construir aliados y conquistar voluntades.

El jefe autoritario El líder persuasivo
Cree que su puesto o posición, por sí mismos, lo hacen acreedor de autoridad y respeto.

 

Comprende que el puesto es sólo un título que le brinda cierta injerencia, pero que ganarse la denominación de líder depende de su capacidad de influir en los demás y motivarlos a dar el 111% en lo que hacen porque están convencidos, y no sólo porque tienen que hacerlo o es su deber. Sabe que ganarse el respeto de sus colaboradores depende de la congruencia que él mismo demuestre entre su forma de pensar, hablar y actuar. Y sabe que el respeto es recíproco: para hacerse respetar y ser valorado, hay que respetar y valorar a los otros primero.
Manipula a sus empleados o colaboradores para lograr lo que quiere.

Antepone sus propios intereses valiéndose de lo que sea necesario para salirse con la suya.

 

Se toma el tiempo para escuchar los intereses, necesidades y motivaciones de los actores involucrados. Sabe alinear sus intereses personales con los de la empresa, colaboradores y clientes. Es decir, es un excelente negociador y mediador que procura un ganar-ganar de cada una de las partes.

 

Se vale de chantajes emocionales, como infundir miedo o lástima. Suelen ser personas que actúan agresivamente, amenazan, emplean el sarcasmo para herir, señalan a las personas en público para hacerlos quedar en ridículo, cuentan mentiras piadosas o verdades a medias para salirse con la suya, prometen pero no cumplen.

 

Sabe decir que NO de una manera firme pero suave. Entiende que no es necesario ni conveniente lastimar los sentimientos de los demás al hacerlo, comprende la clara diferencia entre decir todo lo que piensa y ser prudentemente asertivo.
Limita la creatividad de sus colaboradores ya que se cierra a nuevas ideas o propuestas. Juzga muy duro y su manera de reaccionar cuando algo no le gusta o alguien se equivoca es tan agresiva, que su gente acaba completamente reprimida y con miedo a proponer. No soporta que le lleven la contraria.

 

Está abierto a nuevas ideas. Escucha con atención y les da cabida cuando lo considera valioso. No es soberbio ni piensa que tiene la absoluta verdad. No le molesta que lo contradigan, de hecho sabe que es necesario escuchar distintos puntos de vista para llegar a una conclusión que sea verdaderamente útil y práctica para la organización que representa.

 

Señala errores constantemente y ejerce una presión tremenda en sus empleados pues cree que solamente así darán lo mejor de ellos.

 

Sabe reconocer los aciertos de quienes trabajan con él, guía a sus colaboradores señalando lo que sí quiere en lugar de agobiarlos y presionarlos de manera constante al señalarles lo que está mal y no quiere. Los hace sentir útiles y capaces, y eso los motiva a dar lo mejor.

 

Se vanagloria por méritos ajenos debido a su gran inseguridad. Quiere que todo parezca haber sido su idea y llevarse el aplauso al final.

 

Funciona como una incubadora de ideas: pone el escenario propicio para que sus colaboradores echen a volar su creatividad y piensen en soluciones. Después, elige las mejores y dedica todo su esfuerzo y apoyo para llevarlas a cabo. Sabe que así, obtendrá el compromiso total por parte de su gente pues además de saberse tomados en cuenta, ellos pensarán: “como fue mi idea, es una gran idea y voy a demostrarlo”.

 

No conoce a sus subordinados realmente. Los ve como máquinas que trabajan por resultados. Son poco flexibles. Se interesa poco por los intereses de las personas que trabajan con él.

 

Sabe que sus colaboradores y subordinados son piezas clave para el éxito de la organización, que desde el que abre la puerta de la entrada por la mañana, hasta el CEO de la empresa, tienen la misma importancia y, por ello, los trata como tal. ¿Por qué tienen la misma importancia? Porque una organización funciona como un reloj, en donde cada parte del engranaje, por pequeña que parezca, es determinante para que el reloj funcione con precisión, ritmo y eficacia. Muestra interés por las necesidades de cada colaborador como si no pudiera prescindir de él, siendo exigente pero amable y flexible.

 

 

En pocas palabras, el líder persuasivo tiene muy claro que su papel no es “dar órdenes” sino “coordinar esfuerzos”. Que no debe lograr que lo “obedezcan” sino “motivar y mover voluntades”. Sabe que el título le brinda “injerencia” mas no verdadero “poder”. Entiende que su papel no es de “jefe” sino de “colaborador” y a partir de ahí se convierte en el “aliado” de su personal. Pero ante todo, recuerda siempre que el título conlleva la enorme responsabilidad de dirigir personas integrales que piensan, sienten, sueñan y tienen aspiraciones. Sabe como apoyarlos para convertirse en la mejor versión de sí mismos y así, poder contribuir con lo que son.

Por último, Olivia Fox, autora del libro El Mito del Carisma, señala que para que la autoridad se convierta en un carisma y no sea sólo un título o nivel jerárquico, debe combinarse con compasión, bondad y ganas de destinar los recursos propios para el beneficio ajeno. Afirma que todos nos sentimos atraídos y podemos ser fácilmente persuadidos por personas poderosas, siempre y cuando identifiquemos que esas personas estarían dispuestas a utilizar su poder para beneficiarnos también a nosotros. Si detectamos tintes de egoísmo, individualismo y prepotencia, los percibiremos como arrogantes y no como figuras de autoridad. ¡Ojo políticos!, se los paso al costo marchantitos, ya que muchos andan en campaña.

¿Qué te interesa?
Selecciona los temas de interés sobre
los que deseas recibir noticias: