Antes las épocas eran más “mochas” y a las mujeres no nos daban permiso de pensar, opinar, o sentir dolor en el camino de nuestro crecimiento y teníamos que esconder aquellas “polémicas” situaciones con silencio, sonrisas quebradas y por supuesto, un incomodo “Sí”.
Si osábamos expresar una inconformidad, alias queja, el azote en forma de rechazo, exclusión o juicio se asemejaba a la tortura en la hoguera y se nos inyectó una idea que decía que “estar sola contigo misma” es lo peor que pudiera existir; me parece que solterona era la palabra usada…
Hoy vivimos una nueva época. Las mujeres nos hemos revelado, nos hemos levantado y nos hemos dado permiso a no callar más y vivir nuestra verdad le pese a quien le pese. (Ciertamente sin atentar contra los derechos del de enfrente)
Mujeres de previas generaciones han cumplido su cuota mínima de lucha en diferentes áreas llevando a cabo con éxito la misión de abrir camino a las nuevas generaciones. Mujeres que rompen una estructura poco funcional y equilibrada alzando su voz, protegiendo al vulnerable, levantándose tras un corazón roto, trabajando y criando solas a sus hijos, educándose, emprendiendo…
Por supuesto, aún hay retos a vencer, por ejemplo la forma en que vestimos. Vestir inició con la intención de cubrir nuestra piel para protegerla de climas extremos, pero hoy existe una concepción errada de portar un mínimo de prendas o solo mostrar un cierto porcentaje de piel para que no sea tomado como una invitación… una disposición. Pero no solo la rigidez social pide que nuestro cuerpo sea cubierto, sino también nuestra alma; se nos pide ocultar el dolor o la emoción que pudiera resultar igualmente incómoda para el ente sin empatía que se cruce en nuestro camino. Esto tiene como resultado una dinámica social incompleta, pues no se toma en cuenta la totalidad de lo que es ser humano, en especial la mujer.
Imagino que, hace mucho tiempo, en algún momento alguien fue incapaz de lidiar con temas que requerían una apertura y poco a poco se mandó censurar la esencia femenina. Probablemente el uso de fuerza y abuso de poder jugaron un papel crucial para que se dé el escenario que hoy vivimos hasta que finalmente se convirtió en una norma social.
Para las mujeres ¡llorar está prohibido!, a los hombres no les va mejor… alguien decidió que sentir dolor y la función del cuerpo de liberar dicha emoción no solo es no-natural, sino símbolo de fracaso, de debilidad y con tal de no ser visto como un ser humano incomodo o perdedor, optamos por comernos ese cúmulo de energía… “algún órgano será capaz de almacenarlo” nos decimos inconscientemente.
Con esto querido lector, quiero decirte que el ser humano es capaz de ¡atentar contra su propia salud!; es valioso recurso que ni los más adinerados del mundo pueden comprar, con tal de no ser visto por alguien más como una incomodidad.
Ese miedo a no ser rechazados o excluidos es el causante de que no vivamos como queremos.
Por eso, es importante aceptar que la contaminación social es una realidad y haber tenido en la vida al menos una mala experiencia durante la interacción con alguien más que ocasionó un dolor, es altamente probable. No significa una falla en nosotras, no nos hace malas, pero si no se atiende la emoción que externa una incomodidad en forma de enojo, tristeza o depresión, acompañada de una memoria, se puede ocasionar un trauma.
Es así como hoy vemos a hermosas mujeres que debajo de su ropa ocultan estrías y traumas. Por pena, por vergüenza autoimpuesta… porque incluso como mujeres, no ofrecemos ese espacio donde una de nosotras pueda abrirse libremente, aun llevando dentro de sí lágrimas, dolor, enojo o malas memorias.
En esta revolución, es importante que despertemos a la realidad que incluye a mujeres con marcas como estrías y traumas. La peor fantasía es creer que una mujer no tiene alguna estría o no ha pasado por alguna dificultad y la peor consecuencia sería apartarla por haberla tenido. La congruencia nos lleva a apoyarnos a todos los niveles. Si exigimos libertad, vivamos acorde y dejemos de ocultar nuestras marcas, dejemos de usarlas como armas de ataque y soltemos aquellos prejuicios que impiden que brillemos con todo nuestro potencial.
Una corona para ti,
Angie D. Brenes
Twitter: @angiebrenes
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