¿Te imaginas cómo era México hace 60 o 70 años, en ese tiempo en el que nuestros abuelos eran todavía unos niños? Ellos tenían que competir desde que nacían, pues el promedio de hijos en los hogares mexicanos era superior a seis, por lo que siempre había algún hermano con quien tener una disputa por la mejor cama, por usar un juguete, por estrenar ropa o zapatos (en el mejor de los casos, en otros solamente heredaban la ropa de sus hermanos mayores) o por una porción más de comida. ¿Qué había de ir a la escuela? Si iban, iban hasta donde alcanzara, hasta donde sus padres pudieran pagar, o incluso la dejaban antes si querían, pues con que aprendieran a leer y escribir era suficiente; pero eso sí, si dejaban la escuela a la edad que fuera, inmediatamente después se metían a trabajar de tiempo completo.
Si nuestros abuelos querían estudiar una carrera universitaria, tenían que esforzarse muchísimo más que nosotros, ya que en ese entonces había pocas universidades y poco cupo, entonces, para ganar un lugar, tenían que ser muy buenos estudiantes. Además, la situación de muchos de los hogares mexicanos era precaria, así que posiblemente también tenían que trabajar para mantenerse mientras estudiaban. ¿Qué hay de las herramientas con que contaban? No tenían computadoras, mucho menos internet, nadie les regalaba los útiles escolares, menos tabletas, ni les daba gratis el transporte, tampoco había apoyos económicos que los incentivaran para no dejar la escuela. A falta de todo esto, ellos tenían que esforzarse y comprometerse mucho más; debido a todo el trabajo que implicaba, aquellos que apostaron por su futuro, hoy son grandes empresarios o construyeron emporios o un patrimonio para sus familias. ¿Será que el Gobierno los ayudó a desarrollar sus empresas? No. Todo lo contrario, además de que no había apoyos ni préstamos ni subsidios (pero sí muchas mordidas y sindicatos), el Gobierno era un obstáculo para su crecimiento.
¿Te han platicado tus abuelos cómo crecieron? Pregúntales. Pregúntales cómo era su casa, su escuela, cómo eran sus papás y sus maestros… Tal vez te sorprendan con su historia, quizá alguno llegó a México huyendo de una guerra civil, o incluso de la Segunda Guerra Mundial, tal vez te cuenten que no tenían nada y que, por lo tanto, sólo les quedó ponerse a trabajar para salir adelante, pues no había asistencialismo ni programas como Prospera; o quizá te cuenten que crecieron en el campo, en una casa con piso de tierra, y que tuvieron que trabajar en la siembra desde que eran niños. ¿Se quejaban? Es probable, pero, a sabiendas de que no les quedaba de otra, lucharon para salir adelante y para instaurar muchos de los derechos de los cuales hoy gozas.
Muchos de nuestros abuelos, sino es que todos, crecieron siendo educados a golpes, propinados por sus padres y maestros en la escuela cada vez que se portaban mal. Muchos crecieron trabajando desde que eran niños, en situaciones que hoy serían impensables y condenadas por ir contra los derechos humanos; sin embargo, aprendieron valores, aprendieron a trabajar, a ganarse cada peso y, sobre todo, a valorar las cosas. Ellos se ganaron su patrimonio y nadie les ayudó a que salieran adelante con sus vidas.
Todo esto contrasta con la época actual, pues hoy en día parece que estamos educando a las nuevas generaciones para ser todo lo contrario; queremos resolverles su presente y su futuro, y crecen creyendo que merecen todo, muchos no conocen el esfuerzo ni lo que representa, pues creen que todo simplemente se les debe de dar; y nosotros, en nuestro burdo intento de que no haya ningún obstáculo para su desarrollo, los mandamos a una escuela cerca de la casa, pedimos que no haya exámenes de admisión, que se les ayude con dinero, transporte, útiles y tecnología, que el Gobierno subsidie su primer empleo, a la vez que trabajamos para dejarles un patrimonio y que así “no se las vean tan difíciles”. Y, mientras tanto, las nuevas generaciones ¿en qué se están esforzando?, ¿qué les está costando?, ¿qué están haciendo para merecer esos apoyos, esos recursos? Lamentablemente, en detrimento de la sociedad, a las nuevas generaciones no les estamos enseñando a ganarse las cosas, a luchar, a fracasar y volverse a levantar. En cambio, buscamos que estén lo más cómodos posible, y me pregunto si estaremos haciendo bien. ¿Los estamos educando adecuadamente?, ¿se podrán valer por sí mismos cuando ya no estemos?, ¿los estamos haciendo independientes de nosotros?… ¿o dependientes?