El 30 de abril celebramos el día del niño, pero muy pocos festejan a su propia niña o niño interior; de hecho muy pocos están siquiera conscientes de que tienen uno.
Pero, ¿de qué se trata exactamente este asunto del niño interior? Todos, cuando fuimos niños, tuvimos algunas -o muchas- experiencias emocionales dolorosas o traumáticas, necesidades insatisfechas y áreas de nuestra personalidad que no se desarrollaron de manera sana y adecuada, por la simple razón de que tuvimos padres imperfectos, como ahora nosotros también somos padres imperfectos. Como adultos, tenemos la capacidad de entender que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron, que también tenían sus propios problemas emocionales y de otra índole y tal vez hasta lleguemos a comprender profundamente las causas de sus limitaciones y errores. No obstante, cuando somos niños, no podemos comprender todas esas cosas; simplemente somos directamente afectados por ellas. Un niño sólo experimenta las vivencias, no las razona y mucho menos las comprende.
Así pues, la criatura sufrirá sin duda las consecuencias del abandono físico o emocional, de la falta de amor, de la indiferencia, del abuso y el rechazo, de las injusticias, etc. El niño no puede llevar a cabo las reflexiones abstractas que los adultos sí podemos, para comprender por ejemplo, que el padre es abusador y agresivo, porque es justamente lo que recibió de su propio padre, o que su madre es fría y distante emocionalmente, porque padece una profunda depresión. El niño, insisto, simplemente reacciona a todas esas carencias emocionales, necesidades insatisfechas o abusos y es afectado por ellas.
Cuando nos convertimos en adultos, sigue latiendo dentro de nosotros ese niño interior herido y necesitado, a menos que hagamos algo para sanarlo. “Cuando los sentimientos se reprimen, especialmente la ira y el dolor, ese pequeño se convertirá físicamente en un adulto, pero en su interior permanecerá ese niño enojado y herido. Ese niño interno contaminará espontáneamente la conducta de la persona adulta”, dice John Bradshaw en su maravilloso libro “Volver a la niñez”, el cual recomiendo ampliamente, así como la psicoterapia o cualquier otro medio de curación, que ofrecen efectivas herramientas para sanar a nuestro niño interior.
También, por fortuna, las áreas sanas y felices de nuestro niño interior siguen vivas en nosotros, tales como la capacidad de reír y disfrutar, la curiosidad, el interés por aprender, etc.
La fecha en que se celebra el “día del niño” (en México es el 30 de abril), te invito a que festejes a tu niñ@ interior. Lo que sugiero a continuación, también lo puedes llevar a cabo en cualquier otro día del año.
Primero, tómate unos momentos para entrar en contacto con él/ella. Imagina que está frente a ti, abrázalo, dile que lo amas tal como es, que es una criatura maravillosa y merece lo mejor de la vida, que ahora que eres un adulto, tú lo cuidarás y protegerás. Dile todo lo que te nazca expresarle. Luego, ¡festéjalo! regálale algo que se quedó con ganas de tener, dale algo que le encanta comer o llévalo a algún lugar a donde le gusta ir. Ahora que eres un adulto, tú mismo podrás hacer por él lo que en su momento tus padres no pudieron. No te imaginas cuánto bien te hará. ¡Feliz día del niñ@ interior!