Quizás uno de los temas más controvertidos en el territorio amoroso es el tema de la fidelidad y por supuesto, de la infidelidad. Cargada de un sabor a traición, humillación y abandono, las personas vivimos temiendo que nuestro amor, muestro amado, nuestro amante se líe sexualmente con alguien más.
La fidelidad, en términos generales, se trata del cumplimiento de un acuerdo, la lealtad a una promesa realizada; de la fidelidad se derivan responsabilidades que no deberían ser incumplidas por ninguna de las partes; la exclusividad nos recuerda, quizá, a un contrato, a una especie de deber u obligación enmarcada en cuestiones legales.
Si, estando en una relación de pareja, tuviéramos garantías de no ser descubiertos, si no tuviéramos que dar nunca una explicación ¿desearíamos una vida sexual más variada? La respuesta sincera suele ser que sí.
Ahondemos un poco más en el tema, a través del siguiente video:
La fidelidad y la exclusividad, entonces, son un acuerdo pero no son lo mismo. Podemos concebir una relación fiel en la que se den relaciones extraconyugales y una relación infiel en la que estas no existan. Una vida de pareja ha de ser capaz de expresar lo propio de las relaciones amorosas: mutualidad, fortaleza, unicidad e igualdad, pero lo que podemos o no hacer en relación a lo erótico y lo sexual, se define dependiendo del contrato amoroso que establezcamos.
Estos nuevos modelos amorosos no son fáciles de pactar ni de vivir, además, a más inmadurez personal y menos autonomía, más intensa es la sensación de miedo y humillación. Sin embargo, tampoco son fáciles las renuncias y represiones que a veces conlleva la vida monógama, y no solo eso, la pérdida del deseo que lo extremadamente doméstico y cerrado detona en la vida de la pareja.
Habría que preguntarnos, y responder con sinceridad ¿a qué somos fieles cuando somos fieles?:
¿Al pasado?, es decir, a la historia que hemos construido juntos a través de una sucesión de hechos y experiencias compartidas. A ese vínculo que queremos conservar, disfrutar, aumentar… Ningún valor puede construirse sin memoria -las relaciones amorosas la tienen-, ella es la que nos hace conectar el pasado con el presente y mantener un vínculo de compromiso.
¿Al presente?, a los deseos, intereses y valores que nos constituyen; a todo lo bueno, bello y verdadero de nuestra relación. A lo que hace que esté viva y continúe: la ternura, el deseo, el apego, lo cotidiano, un cierto enamoramiento, el compromiso…
¿O será que somos fieles al devenir de la relación en el futuro?, aun cuando ésta cambiará o terminará, reconociendo que siempre estaremos en la vida del otro y que el otro siempre será parte de nuestra vida, amando siempre el amor que nos tuvimos.