Yo era un niño que pensaba diferente de los demás, cuestionaba a todos, pues quería saber el porqué de todo. Y mi madre colaboraba permitiéndome hacerlo. Hoy te quiero contar una historia que aconteció cuando yo tenía diez años y que, hasta hoy, sigue marcando mi manera de pensar.
Cierto día estaba yo en el catecismo, preparándome para la primera comunión, en Rioverde, San Luis Potosí, donde crecí, y las monjitas que nos daban la doctrina contaron la historia que te narro a continuación: «Este era un grupo de niños que se preparaban en una iglesia para su primera comunión; en el grupo había un niño muy pobre que asistía todos los días sin zapatos, y al faltar poco tiempo para que llegara el día del sacramento anunció que no asistiría, ya que los demás irían bien arreglados, con sus mejores ropas y zapatos, y pues él no tenía dinero para comprarse nada y le daba pena hacer la primera comunión descalzo. Sus compañeros se pusieron tristes, pues aquel niño era su amigo y parte del grupo, así que se pusieron de acuerdo e hicieron algo entre todos para que su amigo pudiera hacer la primera comunión con ellos sin sentirse avergonzado: todos la hicieron descalzos».
Después nos hicieron analizar la historia en grupo, todos resaltaban que no era malo ser pobre, hablaban del gran corazón de los compañeros que, en un día en el que muchos lucen sus mejores ropas, se despojaron de lo material y fueron todos descalzos. Sin embargo, a mí me inquietó un poco la historia y pregunté que por qué no mejor habían cooperado para ayudarle a su amigo a comprarse unos zapatos, en lugar de haber hecho todos la primera comunión descalzos. Apunté que, de esa forma, le ayudarían al niño a resolver dos problemas, en primer lugar, podría hacer la primera comunión sin pena y, en segundo lugar, podría seguir utilizando los zapatos después y así no andar descalzo todo el día. Todos se me quedaron mirando, extrañados, pues acababa de decir algo que no estaba en el sistema, y sucedió que no obtuve respuesta, fue como si no hubiera dicho nada.
Hoy, nuestra realidad como país me hizo recordar esa historia, pues en México preferimos estar todos descalzos en lugar de todos con zapatos. Hay una frase que dice: «No quiero tener lo que tú tienes, quiero que tú estés igual de jodido que yo». Sé que en esa historia el niño pobre no quería que los demás lo fueran, pero actualmente ¿cuántos millones de mexicanos desean que las personas que tienen éxito se caigan para estar igual que ellos, en vez de ver cómo logran el éxito y aprender?
Siempre he pensado diferente, todo el tiempo trato de encontrar maneras mediante las cuales todos podamos tener más, y no formas con las que tengamos menos o nos repartamos a partes iguales lo que hay. Espero que tu pensamiento siempre sea de abundancia y no de carencia y que un día, en lugar de quitarnos todos los zapatos para estar igual que los que no tienen, cooperemos para darles un par, pero que a la vez les enseñemos a ser productivos para que puedan comprar otro par ellos mismos, y muchas cosas más, sin necesitarnos. El día de hoy soy un adulto raro que piensa diferente, pienso desde la abundancia y creo que todo lo que puedes soñar lo puedes lograr.