Pasado el día internacional de la mujer y habiéndose dicho infinidad de cosas sobre nuestra condición desventajosa, me doy a la tarea, entre “chiste y broma” de agregar algunas cosillas. Unas más obvias que otras, algunas menos significativas, pero no por ello banales.
Otras gracias de ser mujer:
- Ser complejas. Hacemos más interconexiones mentales, percibimos matices y hacemos más cosas a la vez.
- Las ventajas de nuestro capital erótico que nos permite usar nuestra gracia, nuestro atractivo físico, nuestro cuerpo, para atraer, persuadir y sumar nuestro mundo de posibilidades. Una feminidad que integra la dimensión erótica más allá de nuestras cualidades empáticas, intuitivas y colaborativas.
- La diversidad en el uso de la parafernalia. El permiso a adornarnos, ponernos, quitarnos, maquillarnos y emperifollarnos.
- Podemos manejar más flexibilidad de roles. En la familia, en el trabajo, hasta en la cama. No nos pesan ni nos disminuyen las actividades “masculinas”.
- La madurez adquirida algo forzadamente en tanto que muchas cosas nos cuestan más pues nadamos normalmente contra corriente y eso nos permite anticipar riesgos, tolerar la frustración y dar importancia a lo que importa.
- No voy a decir que el gozo de la maternidad. Tampoco digo que ser madre sea una desgracia pero en un mundo que no facilita esta faena, ser madre implica costos y renuncias altas.
- La capacidad de crear redes de amigas. Somos solidarias, conversadoras, consideradas y leales, en la mayoría de los casos, lo cual nos permite sentirnos conectadas y apoyadas de las demás.
- El disfrute de los pequeños placeres. Una charla, una caminata, un café, una siesta, son conquistas gozosas para nosotras.
Desgracias de ser mujeres :
- Que se dirijan primero a tu esposo, novio o incluso hijo, que a ti. ¿Quién dice que ellos deciden todo por nosotras?
- Que te baje. Y tengas que ir a una larga junta de trabajo o quieras ir a nada
- Las largas colas para ir al baño. ¡Suplico que haya más baños de mujeres que de hombres o que por favor los hagan mixtos ya!
- La necesidad de idealizar a la pareja para poder enamorarnos y la dificultad de disfrutar al par que tanto deseamos encontrar. Si no es más rico, más alto, más grande, más maduro, más, más, más, no lo podemos admirar…
- Que te culpen si tu hijo tiene algún problema. Y es que nuestro rol de encargadas de la vida emocional de los que nos rodean hace de los problemas de nuestros hijos y a veces hasta de nuestra pareja, nuestra única responsabilidad.
- El desfase emocional que hay con los hombres. Sobra decir que en cuanto a alfabetismo emocional estamos más entrenadas y que la falta de empatía masculina es un hueco en nuestras relaciones.
- La sobrecarga que nos da el ser proveedoras emocionales de todos. Esta función ni se ve, ni se contabiliza, ni se nota; pero se exige y drena mucha de nuestra energía.
- Tener en ocasiones que masculinizarse para “sobrevivir “. O nos “amachamos” o nos “rechingamos”.
- El manejo de la culpa por no ser “la madre, esposa, hija, mujer “ideal”. ¡Cuánto nos cuesta movernos de lugares lastimosos con la creencia de que lastimaremos a los demás!
- Que lo que en ellos se condona en nosotras se condena. Sí, un hombre se emborracha, se ausenta mucho tiempo de casa, abandona a los hijos, o hace uso de su libertad sexual es menos juzgado que una mujer que despliega las mismas conductas.
- La exigencia en la belleza física, cuando sobrevaloran nuestra apariencia sobre nuestra inteligencia
En fin, “arrieras somos y en el camino andamos” así que sigamos arando que todavía hay mucho por sembrar.
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