A mí me gusta vestirme de colorines y tener en mi closet “prendillas” varias de tonalidades múltiples. Y por ahí me dicen algunos “quesque” especialistas en moda que por qué no uso colores más sobrios, que con negro y blanco me vería mejor, que no le quite elegancia a mi lucir…
Y yo que traigo un “gen” de artesanía mexicana, ahí ando en las tienditas y bazares buscando una mascada fiusha –que pa´ darle color a la camisa blanca- , una pulsera esmeralda y brillocita – para combinarla con mi anillo plata- y unos zapatos de dos colores rústicos, para usarlos con un par de bolsas que no encuentro cómo combinar.
Si bien algunas personas me ven curioso, y de reojo revisan qué cosita rara me eché encima hoy, yo me desconcierto un poco con aquellos a los que les gusta siempre andar con saquito azul marino, pantalón en tonos grises, y “tan tan”. Y del guardarropa a la cama la cosa tampoco cambia: en el sexo, el erotismo y el amor, la cuestión de la variedad de encuentros, gustos, estímulos y deseos -a los que les gusta solo vestir de “blanco y negro”- les parecen desviaciones sino es que francas “perversiones” y sinónimo de enfermedad.
¡Ah, cuánta moralidad e ignorancia en un espacio que puede ser tan pintoresco, gozoso, variadito y lúdico! Y es que ha sido taaaaan difícil desafiar la heteronormatividad hegemónica (¿suena rimbombante verdad?) como referente absoluto en cuestiones de amores y de sexualidad.
Y me surgen varios cuestionamientos que rodean todo este ir y venir de prejuicios e ideas preconcebidas que más que razón traen consigo miedo a lo desconocido:
¿Desde dónde es que nadie piensa que la heterosexualidad sea “rarita”? ¿Por qué asumir que quien explora y adopta otros caminos tiene que tener alguna “tuerca mal”?
Con el estandarte de la “reproducción” no podemos soltar la necesidad de prohibir o juzgar la existencia de diferencias en la cama y en el corazón. A mí que no me digan que “la naturaleza dice” o que “la esencia clama”. Muchas cosas de lo humano son producto de la evolución –como el apéndice y el himen que hoy de poco sirven-. La sexualidad y los amores son también producto de lo social y por tanto son mucho más “variopinto” que lo que los sistemas de “salud” pretenden aceptar.
Lo que sirve, se usa, lo que no sirve y no molesta ahí está, y lo que no sirve y estorba, a volar. La sexualidad no es “black and white”, así que pintémonos del color que nos apetezca en este amplio continuo entre homos, heteros, bis, “X”, “Y” o Z y combinaciones más.
Ya es momento de que nos preguntemos de dónde vienen todas esas ideas que a todos y todas nos han dado vueltas en la cabeza por tanto tiempo y permitirnos vivir, gozar y abrir nuevos panoramas en nuestras relaciones (de todo tipo).
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