“Yo no la busqué, ni ella me buscó, sucedió inintencionalmente”, decía una y otra vez un hombre que había dejado a su esposa y a sus tres hijas para irse una mujer que había conocido una año atrás.
José de 40 años tenía un restaurante y ahí trabajaba todo el día para mantener a su familia. En las noches se esperaba hasta que se fuera el último cliente para cerrar el lugar. El negocio llevaba nueve años funcionando y estaban en su mejor momento cuando decidió contratar más personal. Necesitaba más meseros y a otra persona para el bar de coctelería. Hizo varias entrevistas, entre ellas llegó una jovencita de 22 años que le pareció muy agradable. La contrató de inmediato como bartender. Pasaron los meses y él se quedaba sentado en el bar tomándose un trago, esperando que se fuera el último cliente, platicando con la joven mixóloga. Platicaban de todo, tenían muchas cosas en común, se reían de todo y de pronto se empezaron a quedar más tiempo después de que se iba el último cliente. Empezaron a verse a escondidas y a hacer viajes juntos.
Ya llevaban un año de verse a escondidas cuando ella le pidió que dejara a su esposa y a sus hijas para que formaran una familia ellos dos. José estaba tan enamorado que decidió hacerlo.
Llegó con su esposa y le dijo que tenía que dejarla porque sin querer había encontrado al amor de su vida. Le explicó que todo había sido cuestión del destino, que él no tenia la culpa, pero que era algo más fuerte que él. Le explicó las “casualidades” que los habían atraído. Ella cumplía años el mismo día que él, al ella también le gustaba hacer senderismo y su nombre iniciaba con la letra J igual que él. José le explicó que todo eso no era casualidad y que estaban destinados a estar juntos. Eran “almas gemelas” decía él, ante la mirada atónita de su esposa.
José se fue a vivir a un departamento con Jaqueline. Al principio se sentía feliz, liberado, joven, viviendo su sueño, pero poco a poco la realidad lo alcanzó. Había muchas cosas que extrañaba de vivir con su esposa y sus hijas. La depresión apareció poco a poco y el negocio del restaurante se le vino abajo.
Muchas personas justificamos nuestras malas decisiones diciendo que así lo había querido el destino. Decimos que las cosas pasaron sin querer, sin buscarlas. Herimos a los que más queremos, pero tenemos excusas. Destruimos nuestra paz y afectamos a los que nos rodean, pero no nos responsabilizamos.
Tenemos que responsabilizarnos por nuestras decisiones. Elegir el tipo de vida que queremos conscientemente, dejar de vendernos ideas como cuando decimos que “así lo quiso el destino” como si no tuviéramos opción de decidir sobre nuestras acciones y nuestra vida.
Elige hoy tomar el control de tu vida, sin excusas, sin justificaciones y dirigirte hacia donde tú quieres llegar.
Denise Ramos Murrieta
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