No sé a ustedes, pero a mí me pasa muy seguido. #YoConfieso que me cuesta trabajo diferenciar –en repetidas ocasiones– la difusa línea entre pedir y exigir; entre estar clara de mis necesidades y pedirlas y exigirle al otro que cambie.
Es decir, muchas veces, no alcanzo a ver hasta qué punto estoy imponiendo mi necesidad –generalmente, por un afán de control– sobre el otro y hasta qué punto me estoy escuchando y yendo por lo que es realmente importante para mí. Supongo que la clave está en el “desde dónde” hago lo que hago; es decir, para qué estoy haciendo las cosas.
Si bien, es importante mostrarnos y hacernos cargo de nuestras necesidades, también es cierto que en más de una ocasión confundimos esto con hacer berrinche y querer que la otra persona sea como yo quiero que sea. Sí, a ver, yo tengo una cierta visión de la vida, de mí, de cómo funciona el mundo y en ocasiones, por más que estemos dispuestos a escuchar, simplemente nos va a costar mucho trabajo. A veces, porque lo que el otro dice o hace, pega directamente sobre una de mis heridas, otras más porque el que él o ella no haga lo que –para mí- es importante me hace sentir no vista o me confronta con la incertidumbre de no saber dónde estoy parada(o).
En mi experiencia, una forma de amortiguar esto, es observándonos; poniendo atención a cómo nos estamos sintiendo y para qué queremos X o Y cosa, qué pasaría si me lo diera, si la otra persona cambiara, etc. Otra que, de pronto, nos cuesta trabajo es preguntarnos: ¿Hoy es un problema o simplemente estoy viendo que podría llegar a serlo?¿Hoy puedo con esto? ¿Hoy quiero seguir aquí, así como estamos? ¿Funciona para mi? ¿Qué cambiaría si me da lo que estoy pidiendo?
La próxima vez que te caches aferrada(o) a una idea, antes que todo y que nada, respira y luego, hazte las preguntas del párrafo anterior. Observa tus respuestas.
Al final, no hay reglas, cada uno de nosotros tenemos una serie de NO negociables –que será importante tener claros- para aprender a diferenciar entre el pedir y el exigir. Generalmente, si estamos exigiendo, probablemente sea nuestro niño o adolescente interno apoderándose de nosotros… habla con esa parte de ti, escúchala, dale la contención que necesita; el adulto puede hacerse cargo.
Yo, estoy convencida que todos hacemos lo mejor que podemos, lo cual no significa –forzosamente- que sea lo mejor, sólo es lo mejor que podemos hacer en este momento con las herramientas que tenemos a nuestro alcance. La siguiente vez, gracias a la experiencia de hoy, quizás lo puedas hacer diferente, así que, date permiso de ser autocompasivo contigo en este proceso y en el inter –si puedes– disfruta del trayecto. Aprender no tiene por qué ser tan catastrófico, el proceso dura, más o menos, toda una vida… estará bueno disfrutar del viaje.