Aun cuando la época de navidad para algunas personas significa alegría, sorpresas, fiestas y amor, para otras representa desilusión, tristeza y hasta enojo, lo cual las lleva a deprimirse en algún grado, y a desear que esta etapa pase lo más pronto posible o mejor aún, que no existiera. “Quisiera dormirme todo el mes de diciembre y despertar hasta enero”, me dijo una paciente, quien durante la época de navidad se deprimía mucho. Esta es una situación tan común, que médicamente se le diagnostica como un tipo específico de depresión: “la depresión navideña”, la cual comienza a activarse desde el momento en que se acerca la fecha y los hogares y las tiendas comienzan a exhibir sus resplandecientes arreglos y arbolitos, que fungen como disparadores de esa mezcla de sentimientos que acompañan a la depresión navideña.
Existen varias razones por las cuales a algunas personas les sucede esto. Una de ellas tiene que ver con el hecho de que esta es una época de reunión familiar, lo cual hace que se sienta con más intensidad la soledad, la nostalgia por épocas pasadas o el dolor por las pérdidas de seres queridos. Existen también ciertas expectativas culturales con respecto a la época decembrina: tenemos que asistir a fiestas navideñas y tener una maravillosa comida o cena familiar el día de navidad. Si no sucede esto, nos sentimos desilusionados y tristes. En muchas familias, esta cena resulta justamente lo contrario, porque están todos reunidos, y con el calor de las copas, -que bajan las defensas y hacen que salgan las verdades reprimidas y negadas-, surgen los viejos resentimientos y reclamos, convirtiendo la cena que se esperaba maravillosa, en uno de los momentos más desagradables y dolorosos del año.
Otro factor que origina ésta depresión, es que durante ésta época se nos reactivan las nostalgias y desilusiones de la infancia, aquellas que muchísima gente experimentó al no recibir el juguete que le pidió al Niño Dios, Santa Claus o los Reyes Magos; para muchas personas éstas fueron sus primeras grandes desilusiones, y peor aún si sus padres les dijeron que no se los trajo porque se portaron mal, haciéndoles sentir además de desilusionados, malos, inadecuados y culpables.
Quienes experimentan esta depresión navideña deben saber que hay solución. Es necesario que busquen ayuda profesional, tanto médica como psicológica. El médico evaluará si existe algún desequilibrio bioquímico en su cerebro, que pueda ser la causa de que en ésta época se reactive o intensifique ese estado de ánimo, y el psicólogo ayudará sanar las heridas de la infancia o del presente, asociadas con todos los aspectos alrededor del período navideño, así como a desarrollar un proyecto de estrategias y actividades que permitan pasar ésta etapa de la mejor manera posible. Una cosa es segura, cada año, del resto de la vida, habrá una navidad. Vale entonces la pena trabajar en las causas de la depresión navideña, para poder disfrutarla, o por lo menos, no sufrirla.
Martha Alicia Chávez