Existe una ley en la física que nos dice que “a toda acción, corresponde una reacción”. Y hay una ley universal que nos dice “toda causa, tiene un efecto”. En tiempos ancestrales existía la Ley del Talión que significaba hacer justicia por mano propia con la sentencia “ojo por ojo y diente por diente” que son dos formas distintas que se haga justicia. Sin embargo, la ley es la ley y aunque no metas las manos, ésta se cumple.
Cuando fuimos pequeños nuestros padres nos hacían entender esta ley de forma por demás gráfica diciéndonos: “Si no obedeces, Dios te va a castigar”, “si no haces la tarea, no hay televisión”, o “si te portas mal, te lleva el viejo del costal”. En ocasiones no tenían que decir palabra, bastaba una miradita amenazante o te llegaba el mensaje a través de “la chancla voladora”. Y con ese temor tratábamos de hacer las cosas bien y no meternos es problemas.
Hoy en día las cosas han cambiado. En casa hay una permisividad terrible en donde los actos negativos no tienen consecuencia. Hay una falta de consistencia en la forma como educamos a nuestros hijos y hay demasiadas recompensas a cambio, no de logros sino de intentos. Hoy la autoridad castiga y nos multa pero se ha olvidado de educarnos.
Con horror vemos en las noticias abusos como violaciones, linchamientos, secuestros, robos y asesinatos. Vemos con tristeza cómo el tejido social se ha descompuesto cada vez más con gente sin valores o sin educación y lo que es peor, con ladies, lords, mirreyes y princesas autoritarias. Me pregunto qué tipo de educación o guía recibieron esos seres capaces de dañar a otro ser sin sentir pena o la más mínima culpa.
Si bien no debemos educar a nuestros hijos con miedo, durante el tiempo de formación cierta cantidad de temor los protege. Avisarles de un contacto que los puede lastimar si meten un dedo, o de una escalera que hay que bajar con cuidado porque se pueden caer, o cruzar una calle con precaución porque los puedes atropellar es imprimir precaución porque la vida está llena de riesgos. Pero también decirles que si lastiman a su mascota o a una planta, ese ser sufrirá y lastimamos nuestra esencia humana. Y cuando nuestros hijos crecen, hacerles saber que dañar a otros no es opción, que lastimar su cuerpo y su mente tarde o temprano les afectará, y cuando son adultos que tengan muy claro que la justicia siempre llegará de una forma o de otra sobre todo si dañan con alevosía y ventaja. Un poco de temor es como un abrazo con el cual nos sentimos seguros pero vivir con miedo es como si ese abrazo te apretara tanto que te paraliza y no te deja respirar. Temor y miedo son cosas distintas pero el primero es necesario.
Cuando como seres humanos no tenemos el mínimo respeto a la vida de otro ser, es como si renunciáramos a nuestra parte humana y hay quien elige a cambio actuar peor que una bestia. Recuerda: la ley se cumple. La vida siempre pasará una factura porque toda Causa tiene un Efecto.
El libre albedrío o poder de decidir es un regalo que solo se nos dio a los seres humanos. Lo que hagas con ese poder define tu calidad humana. Si renuncias a tu humanidad, no pidas que te traten como tal. Quienes defienden los derechos humanos deberían contemplar que son los humanos quienes merecen ser defendidos.
Con cariño: Mariesther Martínez Eroza