Hace un par de días fui a comprar unas telas que necesitaba, para la grabación de mi programa No te compliques, al llegar al lugar me recibió con una enorme sonrisa un joven sumamente amable presentándose y ofreciéndome su ayuda. Desde ahí pensé que mi experiencia iba a ser muy grata a pesar de que yo llevaba mucha prisa y que la tienda estaba repleta de gente impaciente queriendo comprar.
Antonio, el joven de 18 años que se acercó a mí, me condujo hacia el pasillo en el que se encontraban los rollos de tela que más me servirían, elegí los colores que deseaba y cuando él estaba a punto de cortar volteó al piso y notó que estaba lleno de diamantina. Me dijo: señora me acompaña por favor hacia esa mesa, señalando un extremo de la tienda, pues si corto aquí su tela se ensuciará. Obviamente yo accedí y agradecí la atención.
Me llevé una desagradable sorpresa cuando llegamos y Antonio le preguntó, con cautela y en voz baja, a Martha, una compañera de trabajo, que si se tardaría mucho en terminar con lo que ella estaba haciendo (cabe mencionar que Martha solamente platicaba con una pareja y les explicaba algo referente a unos cubos de foamy pero NO estaba cortando ninguna tela), ella sin siquiera voltear le respondió con un rotundo y tajante ¡SÍ! Seguido de un: ¡ah pero cómo friegas chamaco!
Me quedé atónita ante la escena y observé que Antonio bajaba la mirada y con timidez me decía: señora una disculpa ¿le molestaría esperar por favor? En ese momento no aguanté más e intervine pues no toleré ver que Martha trataba a Antonio con semejante prepotencia. Le pregunté por qué le negaba utilizar la mesa y sobre todo que por qué se dirigía hacia él con esa falta de respeto.
Martha es una de las muchas personas que uno se topa a lo largo de nuestras vidas que abusan del que perciben más débil porque, en realidad, carecen de una sana autoestima y esta es la forma en que logran inflar su ego… Antonio me contó que era su primer trabajo y que él pensaba que las cosas debían ser así… yo le expliqué que todos somos merecedores de un buen trato y que por más que uno tenga necesidad de trabajar nunca debemos dejar que otro nos maltrate.
No sé a ti, pero a mí me indigna ver que una persona crea ser más que otra y que por ello abusen del “débil” alimentando su falta de autoestima a través de la prepotencia. También me indigna ver cuando las demás personas se remiten a ser silenciosos observadores. Es una lástima vivir en una sociedad en la cual es muy raro que te tiendan la mano, más bien preferimos no meternos en broncas y no salir afectados. Puedo entender que muchos alegarán que el mundo hoy en día está loco y que meterse puede significar ponerse en riesgo, pero quiero preguntar algo ¿si fuera tu pariente o tu amigo serías indiferente o más bien te atreverías a alzar la voz reclamando justicia?
Yo no puedo quedarme callada porque, en su lugar, me hubiera encantado que alguien me ayudara y que ese alguien se atreviera a enseñarme que aún hay personas con sensibilidad y sentido de justicia, me da una enorme satisfacción haberlo hecho y sé que, ante situaciones así, siempre lo haré.
Un abrazo enorme a todos, de esos que reparan el alma.
Con amor,