Actualmente las opciones para relacionarnos y enfrentarnos a la vida son tan variadas y enriquecedoras como lo deseemos y procuremos; la vida en individual es una de ellas. Se pronostica que para mediados de siglo una tercera parte de los hogares mexicanos serán unipersonales, mientras que en otros países el fenómeno urbano del “single” sigue creciendo y adoptándose como una forma de vida tan válida como cualquier otra.
Históricamente hemos migrado de un estilo de vida comunitario hacia una individualización. Antaño esta alternativa era impensable, no había forma de sobrevivir en individual y las personas sólo se consideraban a sí mismas como parte de una comunidad. De no ser por ese estrecho intercambio entre nuestros ancestros, la conservación y construcción de la humanidad se hubiera frustrado.
Con la modernidad aparecieron valores como el progreso, la comunicación, la felicidad, la libertad y la individualidad. Esta tomó una mayor fuerza en el siglo XX con avances tecno-científicos como la píldora anticonceptiva y los medios de comunicación, así como movimientos ideológicos y sociales como el de la revolución sexual. Con el reconocimiento del placer se invitó a las personas a explorar sus cuerpos y cuestionar sus relaciones a favor de la satisfacción personal.
A principios del siglo las mujeres dependían de un hombre que las sostuviera, pues no tenían medios para integrarse socialmente como trabajadoras e independizarse, y cabe decir que la soltería era mal vista y representaba una dudosa reputación. Frente a esto, el movimiento feminista empoderó a las mujeres y las posicionó en la vida pública tras años de enclaustramiento doméstico. La vida individual, si bien ya venía gestándose como opción, fue entendida de forma negativa: como egoísmo, patología, falta de compromiso, inmadurez y desubicación.
Hoy día la vida en pareja sigue siendo “lo normal” en muchos contextos, pero cada vez hay más personas disfrutando una vida individual y construyéndose a través de ella. Ni las crisis económicas de los últimos tiempos han detenido esta tendencia: hombres y mujeres eligen un hogar ocupado por ellos, y nadie más.
Pero ¿qué detonó el nacimiento de este estilo de vida individual? El sociólogo Eric Klinenberg destaca los siguientes factores en su libro “Going Solo”:
- El incremento de la esperanza de vida: Debido a la longevidad, atravesamos más ciclos a lo largo de la vida: vivimos solos, convivimos en pareja, retomamos de nuevo la individualidad.
- La ya mencionada incorporación de las mujeres en el mercado laboral: Hoy las mujeres no necesitan de un hombre para subsistir y si están en pareja y las cosas no marchan bien, se pueden divorciar. Muchas mujeres han encontrado en el marco de la pareja tradicional un obstáculo para el éxito y la autonomía, y es que desde la cuna han sido «condicionadas» para ponerse al servicio de los demás, cosa que, poco a poco, se descubre como un rol no natural sino construido socialmente.
- Los jóvenes que no quieren compartir vivienda ni comprometerse en una relación estable: Además de posponer o renunciar a la paternidad o maternidad, tienen una estabilidad financiera que les permite vivir en individual.
- La revolución en las comunicaciones: Con el Internet y las redes sociales se facilita el contacto permanente con los demás y se disipa la sensación de “soledad”.
Estos factores ayudan a superar el antiguo estigma del “soltero” o el “solitario”, y resaltan los beneficios de la vida individual. ¡Y es que acarrea muchos privilegios! Además de la conquista del espacio y el tiempo personal, los “solos” disfrutan con personas que comparten intereses y valores. Gastan más en ellos, asisten al gimnasio, toman clases, asisten a espectáculos y viajan; ser “solo” hoy tiene incluso un sesgo de éxito. La vida en s1ngular es una oportunidad de reencuentro con uno mismo, no un obstáculo o una forma de vida resignada e insatisfactoria. ¡Apreciemos sus cualidades y disfrutemos de ella!