Es un hecho, pocas veces reconocido que cuando hablamos de la llamada “orientación sexual” o “preferencia sexual”, no existe una conceptualización clara y precisa de lo que significa el término y mucho menos existe una forma confiable que permita clasificar a los distintos tipos de homosexualidad, heterosexualidad o bisexualidad con propósitos clínicos o para selección de sujetos para investigación (Coleman, 1988).
Es necesario de inicio desgenitalizar la sexualidad y reconocer que la homosexualidad, la heterosexualidad y la bisexualidad van más allá de la pura actividad sexual.
Álvarez-Gayou, ha definido conceptualmente la homosexualidad, heterosexualidad y bisexualidad como “la preferencia que tiene una persona para relacionarse con personas de su mismo género, del otro género o indistintamente con uno u otro género”. Entendiendo el término de preferencia como disposición natural y no como un proceso necesariamente voluntario de análisis, selección y decisión.
El elemento principal que define la preferencia es la atracción física, no exclusivamente de tipo sexual o erótica; sino al hecho simple y cotidiano de que las personas ante un grupo de personas, centran su atención en forma diferenciada, en las mujeres o en los hombres presentes. De la misma manera en que al caminar por la calle a la persona de preferencia homosexual le llamarán más la atención las personas de su mismo género, a heterosexuales las del otro género y en el caso de la persona bisexual su atracción será similar hacia ambos géneros.
La atracción no es sexual si consideramos que no son las características sexuales integrales (cromosomas, gónadas, hormonas, órganos sexuales internos o externos) los que determinan la atracción. La atracción es hacia las características visibles que una persona presenta y que la categorizan como integrante del género femenino o masculino.
La preferencia no se restringe únicamente a la atracción erótica aunque este aspecto también pueda resultar relevante para muchas personas independientemente de cuál sea su preferencia; el cariño, el amor, el enamoramiento es decir, la atracción afectiva, en la que con frecuencia lo erótico pasa a segundo plano, también es determinante; siendo innegable que personas sin experiencia erótica (como pudiera ser el caso de algún o alguna religiosa) pueden reconocerse, homosexuales, heterosexuales o bisexuales desde la atracción física y afectiva.
Considerando lo anterior y basándonos en los elementos esenciales de la atracción resulta mucho más descriptivo el hablar de Preferencia Genérica en substitución de la denominación de Preferencia Sexual.
Irene Torices Rodarte