Durante muchos años escuche de voz de mis padres, de mis abuelos e inclusive de mis profesores, que para conseguir lo que uno quiere debemos esforzarnos mucho y muchas veces llegar al sacrificio. Conceptos filosóficos un tanto enfermantes y dañinos para una sociedad como la que hoy ya se forjo, y que puedo señalar, tiene sus bases en forma posterior a la sufrida conquista española. Pero…
Hoy desde mi mansión en Beverly Hills, mientras fumo un habano contrabandeado, metido en este traje blanco de exquisita seda, me quito mis gafas Gucci y pienso en como he de llamar a la isla que me he comprado en las Antillas, bueno no tanto así, pero casi. (Parte sarcasmo, parte una realidad que aún no ocurre, ni busco que ocurra).
Me llamo a mí, un hombre exitoso sin duda; pero se con ardua seguridad que no es gracias al esfuerzo impregnado a mi forma de vida. Es gracias a dar gracias y gracias a la constancia, que de alguna manera se convierte en disciplina pura. Disciplina pura es oro puro y todo esto es magia pura. Que se mete en todos los rincones, inclusive las más delgadas grietas y transforma todo lo que puedas percibir: incluyéndome.
Desde niños somos educados a las supuestas posibilidades de nuestros padres, algunos hacen el doble o inclusive triple esfuerzo por sus vástagos, otros simplemente fluyen, los dejan ser de forma natural y los reprimen violentamente cuando consideran es importante corregir alguna conducta, otros simplemente desaparecen…
Los resultados de esos hijos siempre son infinitas variables.
Esa es una muestra de que el esfuerzo no es de gran utilidad.
Así que los invito a que empecemos por establecer un juego de nuevos conceptos. Iniciaremos por este: el esfuerzo, porque bien sabemos que en realidad, nadie valora los esfuerzos, damos más valor a los resultados; ver a las personas esforzarse me parece un acto tierno e inocente. Pero siempre que me involucran en un trabajo en equipo y por mucho esfuerzo que realice la otra u otras partes, lo que yo quiero ver es resultados, y por supuesto positivos. Y sé que eso es lo que las personas esperan de mí.
Se le atribuye al escritor William Shakespeare la frase que dice: yo siempre soy feliz, ¿sabes porque? Porque no espero nada de nadie. Aunque considero que es un gran literato, no deja de ser una utopía para nuestra sociedad este pensamiento.
Todos esperamos algo de los demás y de nosotros. Las demás personas esperan resultados, no podemos ni debemos ignorar esa responsabilidad. Eso también nos hará felices. Créanlo y compruébenlo, pero, debemos tener cuidado; no caer en el apego de esperar todo de los demás.
En la mayoría de los casos considero que es mejor hacer, que esperar. pero, existen otras circunstancias que la vida diaria nos pone y esperar es parte de ello, para ser íntegros del ritmo.
Conocer el ritmo nos hará fluir, entrar y salir en los compases de la vida, evitar los esfuerzos y obtener los mejores resultados con el menor desgaste; en lo que sea que decidamos aplicar esta fórmula. lo veremos: Lo laboral, lo espiritual, existencial, lo amoroso, etc.
Porque el resultado de sobre esforzarse es desgastarse, cansarse y fallar.
Aunque esta prueba no es del todo verdad, pues eventualmente habrá quienes con mucho esfuerzo hayan conseguido el éxito en algo, lo cual podemos demostrar son la minoría.
Como tal vez pudiera abogar alguien, el caso particular de aquel individuo que gane la lotería con un premio cuantioso en su primera vez, al comprar un boleto; cuestión fortuita. De lo contrario se convertiría en otro ejemplo de la constancia y disciplina de comprar boletos de lotería.
En todos los casos, lo que no pueden negar es el desgaste. Pero, Sé que podemos romper ese paradigma y avanzar; ¿porque?
Porque es lo que esperamos y necesitamos, cambios positivos. Un pequeño cambio en muchos hace la diferencia en el todo.
Porque todos somos uno.