Hablar de “los Millenials” siempre lleva un riesgo porque tendemos a generalizar. No toda la gente es igual, no todos los Millenials son iguales. Tendríamos que ubicar que hay Millenials en poblados vulnerables con distintas oportunidades económicas y sociales, hay Millenials con enfermedades terminales, hay otros con discapacidad, huérfanos, que trabajan desde niños; es decir, que muchos de ellos han enfrentado crisis. Sin embargo, cuando se habla de una generación completa no podemos evitar pensar en las influencias que afectan la conducta y la ideología de esas personas.
A la generación Millenial también se le conoce como generación Y o generación Peter Pan y son los nacidos entre 1980 y 2000. Es importante mencionar que esta generación está actualmente entre los 17 y 37 años si seguimos rigurosamente las fechas. Y hablando exclusivamente de nuestro país en este tiempo no se ha vivido una depresión económica, ni guerras o levantamientos sociales, no ha habido plaga o enfermedad que acabe con nuestra civilización; en las tiendas y los supermercados siempre tienen qué ofrecer y a pesar de todo lo que nos quejamos no hemos sabido lo que es una verdadera crisis. Hasta el susto del 19 de septiembre pasado.
Nuestros jóvenes han vivido la explosión tecnológica y cultural de la inmediatez donde todo está a la mano. No tienen que esperar porque todo se obtiene rápido y se va rápido también. Dejan de valorar las cosas porque hoy todo es desechable.
En donde creo que sí ha habido crisis es en los valores y el tema familiar. Esta generación ha vivido una crisis de relaciones duraderas, una crisis de divorcios y una serie de malos ejemplos con padres que nos convertimos en permisivos. Estos padres que descubrimos la libertad, los padres que salen a buscar la solución económica trabajando todo el día y dejando a esos Millenials en manos de otras personas o de la tecnología en la mayoría de los casos. Padres que pagamos la culpa de no estar con ellos con un exceso de preocupación, de atención y de cuidado, pero sin calidad y a destiempo. Y cubriendo con juguetes cargos la culpa que sentimos de no estar ahí.
Nuestros Millenials prefieren no sentir. Aprendieron que si se muere un tamagochi lo puedes resetear, que si tu teléfono se rompe, papa se endrogará con uno nuevo, que si el matrimonio no funciona te divorcias a los dos años y tus padres te reciben de nuevo. Sin embargo, algo bueno hicimos.
El 19 de septiembre pasado nuestros Millenials vieron en vivo y a todo color algo que solo habían visto en un video juego. Se les desplomó el edificio de la esquina, rescataron a una persona de los escombros, cantaron el himno nacional en los restos de una escuela, hicieron comida para otros, lloraron por el dolor de otros y lo más importante…. Sintieron Miedo. Crearon conciencia de que hay un poder superior. Nuestros Millenials vivieron lo que siempre quisimos evitarles y no pudimos… que somos frágiles y al mismo tiempo más fuertes que nunca. Y ellos respondieron.
Nuestros muchachos son más que simples Millenials. Son las personas que están recibiendo la estafeta y están más capacitados de lo que pensamos y además están bien preparados. Algo hicimos bien. Podemos estar tranquilos, ya llegaron los muchachos.