La historia de las calaveritas literarias nació en el siglo XIX en el año de 1879; por este medio se aprovechaba poder escribir aquello que en alguna otra ocasión habría sido imposible. Eventualmente estos escritos eran censurados porque eran un portal para expresar el descontento político de la época, y fue en Guadalajara en el periódico El Socialista que aparecieron publicadas las primeras calaveras; uno de los aspectos más interesantes y atractivas de estos versos son los dibujos de la Calavera Garbancera o La Catrina, creada por José Guadalupe Posada.
Estas calaveras están escritas en forma de versos, dentro de los que debe haber rima asonante o consonante, y pueden tener una o varias estrofas; lo usual es que sean cuatro versos por cada estrofa, sin que esto sea un patrón a seguir. El hilo conductor es la ironía o la burla, pues por medio de ello se ilustra el fallecimiento de una persona, ya sea familiar, jefe de gobierno, político o amigo. Aquí se muestra a la persona frente a frente con la muerte. Estos escritos aparecen días antes publicados en periódicos, revistas y medios, donde puede hacerse alusión a diferentes personajes importantes del país.
Este es un ejemplo de calaverita:
Siempre fue un chico muy osado, el buen Yordi Rosado,
Tenía gracia y talento y por fortuna murió lento.
Era otro rollo como amigo, siempre fiel a toda causa,
Y si se inclina la balanza un diez como ser humano no le alcanza.
Estaba entretenido grabando para su show,
Mientras la flaca le dijo vente para acá que ¡estás cañón!
¡Quihubole doña huesos! exclamó Yordi ¡no me lleves al panteón!
Ni con ideas que ayudan, dijo la flaca, podrías evitar tal decisión.
Ya descansa en paz Yordi Rosado,
Después del mucho éxito que acumuló.
Subió al cielo y ya tiene trabajo,
En su taxi sube almas y cobra por adelantado.
Bendecida semana.
Georgette Rivera