Hay algo de lo que te quiero hablar hoy y es, de tu impacto. Nos demos cuenta –o no– todos impactamos de alguna manera, siempre. ¿Para qué te digo esto, si es una columna de sexo? ¡Porque es fundamental notarlo, también para la cama!
Muchas veces, por no ver nuestro impacto y sentir que no somos referencia de nadie. Es decir, no nos sentimos importantes y no tomamos nuestro lugar en el mundo, lastimamos a la gente. Por ejemplo, tenía mis ondas con un muchachito y sólo nos veíamos de cuándo en cuándo por –prácticamente- dos años.
La última vez que nos vimos, yo me di cuenta que ya no quería esta relación… que quería algo más; conocernos, ir al cine, salir, etc. La siguiente vez que me buscó, me armé de valor y le dije lo que sentía, pero que estaba clara con que él –según yo- no quería nada más y que por lo tanto, ya no quería verlo, porque ya lo sufría más de lo que lo gozaba. Acto seguido, por no ver quién es mi vida, quizás por sentirse chiquito y no notar el impacto que tienen él y sus palabras en mi, me contestó: “Entiendo perfecto lo que dices y sí, no estamos en el mismo canal, pero… ¿qué te parece si nos despedimos?”
¡¿Yo qué hablo, mandarín?! Me enojé muchísimo, me sentí no vista, no cuidada… como si lo que siento no importara. No reaccioné de la manera más adulta, no quería contestar en ese momento y lo dejé en visto. La historia sigue, pero para efectos de la columna, lo importante es decir que al él no ver su impacto, me llevó entre las patas.
Otro ejemplo, bastante común, es cuando –en ocasiones- algunas mujeres no reaccionamos tan bien ante el desempeño sexual de nuestra pareja y por no notar que nuestras palabras y acciones impactan en el otro, les podemos llegar a decir cosas como: “¿Ya estás adentro?” “¡¿Ya te veniste?!” “Pensé que serías mejor…”
Me queda claro que no todos lo hemos hecho de esta forma, pero seguro habremos hecho alguna otra. El problema con no hacernos cargo de nuestras sensaciones como “no soy importante”, “no valgo la pena”, “nadie lo va a notar” es que las actuamos y sentimos que no importa; no vemos que pueden lastimar a la gente que tenemos cerca.
Todo esto no es para que, ahora, te sientas culpable. Simplemente se trata de ser responsables, de asumir nuestro impacto y de hacernos cargo cuando, por una sensación nuestra, lastimamos a alguien más, aunque sea sin querer. Al final, lo importante no es que te lastimé (todos lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo, es parte del precio de la cercanía), sino que no me hice cargo de apoyarte a sanar la herida que, quizás, yo abrí.
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