La sexualidad, sin duda, es parte fundamental en la vida de la mayoría de nosotros. Si bien en México sigue siendo un tabú que incita a muchos a persignarse, los cambios sociales han permitido que la vida sexual de hombres y mujeres sea más libre, más plena, favoreciendo una mayor experimentación y conocimiento de lo que nos gusta o no en la cama.
La vida sexual en pareja se conforma desde diversas conductas, creencias, necesidades y gustos que generan estilos y combinaciones sexuales con los cuales podemos identificarnos en mayor o menor medida. Antoni Bolinches, psicoterapeuta catalán especialista en conflictos de pareja y disfunciones sexuales, en su libro “Sexo Sabio” clasifica el estilo de parejas sexuales que existen con base en las prácticas y juegos sexuales que usualmente llevan a cabo.
1) Pareja puritana: tienen poca vida sexual y la misma es muy restrictiva. Sus prácticas están orientadas a la reproducción principalmente. Esta pareja esta integrada por personas que provienen generalmente de contextos religiosos y muy conservadores donde la sexualidad está al servicio de la procreación y no merece atención y menos aún mucho disfrute. Estas parejas no miran al sexo como algo importante en su relación, ni como un digno y genuino medio para conocerse, disfrutarse y vincularse en el amor.
2) Pareja tradicional: practican básicamente la postura del misionero y sus juegos sexuales incluyen caricias, besos y abrazos. Hablan poco de sexualidad, no se complican por cuestiones amorosas y prefieren adaptarse a las convenciones familiares y sociales que explorar su relación intersubjetiva de pareja.
A estas parejas les pesa más el orden social y la vida familiar que el intercambio de pareja. Si bien tienen momentos placenteros de vez en vez, la sexualidad no es un campo de exploración intensa ni de particular atención.
3) Pareja normativa: La pareja normativa se caracteriza por integrar las conductas que el promedio de la gente practica; le gusta posicionarse en las “medias” y sentirse una pareja “normal”, particularmente en el territorio de la sexualidad. Se disfrutan como pareja, generan espacios para la vida sexual, pero el tema erótico no les genera ni particular interés, ni mayores desafíos por atravesar.
4) Pareja evolucionada: Las parejas evolucionadas se constituyen de personas a quienes el interesa el sexo, le dedican tiempo a conocer sobre el tema y más aún a practicarlo y disfrutarlo. No se conforman con lo “que la mayoría de la gente hace”, dan una importancia particular a la sexualidad en su vida individual y en su intercambio de pareja.
5) Pareja transgresora: En general las parejas transgresoras dan un lugar central a la sexualidad en sus vidas. Las personas que forman parte de estas parejas son gente transgresora como el nombre lo dice y no se conforman con convencionalismos. Les gusta “tocar límites” y desafiar reglas. La práctica sexual avanzada es indispensable en su vínculo amoroso.
Nada malo hay en la diversidad de prácticas sexuales; la normalidad sexual es vastísima, siempre que la vivíamos de manera responsable, consensuada y respetuosa, es decir, que tomemos decisiones inteligentes, nos cuidemos y cuidemos a nuestras parejas, para que con ello exista un intercambio erótico y sexual pleno, que brinde satisfacción y disfrute a ambas partes.
Las personas con el tiempo tendemos a evolucionar en lo sexual: generalmente se exploran conductas convencionales en un inicio y el tiempo nos pide ampliar nuestro repertorio sexual. Si esta evolución sexual no se da en forma suficientemente simétrica, la pareja se desfasará generando incompatibilidad.
Lo importante, al final, es disfrutar de nuestro cuerpo, nuestros sentidos: desarrollar nuestra sensualidad hasta donde nos sintamos cómodos y plenos. No hay rituales mejores o peores y nadie puede decirnos cómo vivir el sexo y el erotismo. Conocernos mejor, saber qué queremos y hasta dónde llegan nuestros límites es fundamental para ejercer un respeto hacia nosotros mismos y hacia nuestra pareja. Quizás el punto nodal de esta clasificación planteada es normalizar conductas que se han señalado como “enfermas” o anormales, y permitir que cada quien se permita en la cama aquello que, sin sacrificar sus valores sexuales, le ayude a no traicionar sus deseos.
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