¿Qué pasa cuando uno de tus más grandes miedos se vuelve realidad? Te deja en un lugar en el que lo único que puedes hacer es pisar fondo y empujarte hacia arriba, nuevamente.
Hace poco me puse en una situación así, en la que lo único que me queda es vivir el dolor, aprender de la experiencia y seguir adelante ¿Te ha pasado algo así?
Y es que, con este último evento, me di cuenta que es una de las formas en la que –me gusta creer- que de manera no tan consciente me pongo para “obligarme” a crecer. Sí, soy miedosa y de pronto, me cuesta trabajo enfrentar esas cosas que me asustan… hasta que mis fantasmas se vuelven de carne y hueso, se ponen enfrente de mí y no me queda más remedio que enfrentar. Porque, hasta eso, no soy –en general- de las que huye; ya que estoy metida hasta la médula y me arrinconé lo suficiente: le entro.
Hay que decirlo, no todo es malo… al final, ponerme en este tipo de situaciones me ha servido para crecer, a madrazos, pero podría ser peor. He visto gente que, aún cuando la vida se lo pone de frente, prefieren seguir una y otra vez haciendo lo mismo antes que echarse un clavado al dolor y atravesarlo. Me queda claro que me ha apoyado para desarrollar herramientas y arriesgarme, porque –quizás- de otra forma, nunca lo hubiera hecho. Es sólo que hoy, mientras escribo estas líneas, me digo que me gustaría aprender a arriesgarme y a dar los siguientes pasos sin tenerme que empujar de estas formas.
Sé que pareciera que esto no tiene nada que ver con el sexo… y sin embargo, tiene todo qué ver con el tema ¿Cuántas veces no hacemos lo mismo en el terreno sexual? Es decir, nos ponemos en situaciones complicadas, para animarnos a dar “un siguiente paso”. O sea, hay quienes nos ponemos en un lugar de “ya no tengo nada qué perder” para atrevernos a arriesgarnos en algo que nos asustaba y sentíamos que no había manera de enfrentarnos a eso. Es decir, quizás tengo miedo de probar algo diferente en la cama por siento que podría perder a mi pareja y “sin darnos cuenta” hacemos algo que pone en riesgo nuestra relación y vuelve tangible la posibilidad de perderla. Es justo ahí, cuando nuestro miedo grande se vuelve real, que muchos de nosotros tomamos la opción y nos arriesgamos ¿Qué sucede? Generalmente sale bien, porque “ya no tenemos nada qué perder” y entonces sí “tenemos todo qué ganar”.
¿Qué hay otras formas de hacer esto? ¡Seguramente sí! Yo, conozco esta y funciona… no te digo que la busques a propósito, pero si –por la razón que sea- ya estás ahí ¡Úsala y sácale el mayor provecho! Te recuerdo… ya no tienes nada qué perder y sí podrías ganarlo todo.
Alessia Di Bari
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