Es innegable que un gran número de mujeres profesionalmente exitosas y económicamente independientes, se enfrentan a la dificultad de vincularse en pareja, en las últimas dos o tres décadas se han roto patrones de comportamiento femenino, las mujeres ya no se quedan en casa a cuidar de la familia, la imagen de la mujer que espera paciente a su príncipe azul, que la llevara a vivir a su choza (ya no alcanza para los castillos) y año tras año espera la llegada de los hijos que Dios le mande, ha dado desde hace mucho un giro de ciento ochenta grados.
Ya sea por la tan repetida liberación femenina, por demandar sus derechos humanos, o simplemente porque la economía personal y del país a propiciado que las mujeres busquen formas de incrementar el ingreso familiar; cualquiera que sea el caso, las mujeres de hoy buscan sobresalir y sobrevivir en un mundo lleno de carencias y de mayor competencia profesional y laboral.
Pero tal pareciera que mientras más preparada e independiente, en todos los sentidos, sea la mujer, se forma un cierto escudo repelente hacia la posibilidad de establecer una pareja. Las mujeres con la imagen de triunfadoras, fuertes y capaces de lograr cualquier meta que se propongan y de establecer sus propios límites respecto a lo que quieren o no, llegan a generar en otras personas, al principio una gran admiración, seguida por una persecución por lo que las otras personas no han conseguido, y que ella si tiene y terminando por atacarla de manera constante e incisiva, por su persona y por todo lo que haya logrado.
Hablando de la posible vinculación en pareja, en el mejor de los casos, el futuro prospecto simplemente decide, irse retirando poco a poco sin ninguna explicación. Generando en muchas en estas mujeres bellas, independientes y exitosas cuestionamientos como, “¿Hice algo malo?”, “¿No me comporte debidamente?”, “¿Será gay y no me lo quería decir?”, “¿Que estaré muy fea, que todos me huyen?”, y un sinnúmero de etcéteras. Con frecuencia no caen en cuenta de que no son ellas las que “tienen la culpa” de lo que piense o decida el presente o futuro prospecto, y sería bueno que se hicieran cuestionamientos distintos a los antes citados, no para justificar, si para entender las posibles razones de tan graciosa huida: “¿Gano más que él?”, “¿Tengo un mejor puesto?”, “¿Cómo será –en realidad- su madre?” (esto sin un sentido valorativo o peyorativo, sino que la imagen materna en ocasiones influye en la elección de pareja de los hombres; si su madre es la clásica imagen de mujer sumisa y abnegada, que en realidad es una mujer manipuladora y dominante, no quiero decirte que saldrá corriendo como si fuera perseguido por el Demonio de Tasmania), o, “¿preferirá a una mujer bi-palabra?”, esto es, que solo sepa decir “si amor” (o sea solo dos palabras), con quien la posibilidad de cuestionar sus acciones o decisiones es impensable.
No es solo el miedo al compromiso lo que puede alejar a una posible pareja, ni la supuesta exigencia desmedida de las mujeres exitosas hacia los prototipos masculinos, ni es que las mujeres hayan perdido sus dotes y el encanto femenino que hace a los hombres comprometerse, es el conjunto de estas y los acuerdos lingüísticos implícitos que establece la sociedad, acuerdos que se toman como verdades absolutas e inamovibles: que los hombres son los proveedores, los que tienen el poder y el mando dentro de las relaciones de pareja, que la función de las mujeres es el hogar y el cuidado de la familia…..
En las relaciones de pareja como en cualquier otra relación personal, lo que cuenta son los acuerdos explícitos a los que se pueda llegar para establecer relaciones sanas y de crecimiento individual y conjunto.
Podríamos empezar a repetir que “tanto las mujeres como los hombres proveen en el hogar, económicamente o con un trabajo de cuidado” (el segundo, la mayoría de las veces, no remunerado ni reconocido), “las mujeres y los hombres son agentes transformadores en la pareja”, y “los hombres y las mujeres tienen derecho a desarrollarse profesional, económica e intelectualmente”. La frase “los hombres le huyen a las mujeres exitosas” es solo eso, una frase-verdad, que pueden cambiar si empezamos a trabajar juntos.
Irene Torices Rodarte