Primero somos seres individuales y luego pareja


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Pretender vivir en la ”verdad absoluta” no sólo es imposible sino lastimoso, particularmente en las relaciones amorosas. Los seres humanos tenemos un mundo público que incluye información que damos a conocer a todos: en dónde trabajamos, a qué familia pertenecemos y nuestro estilo de vida en general. También tenemos un mundo privado que sólo abrimos a la gente cercana. Este incluye nuestros temores, algunos deseos e intereses, necesidades importantes, experiencias vividas y valores que nos mueven.

Además de estos dos mundos, el público y el privado, hay un mundo íntimo que se juega en la profundidad de nuestro ser; diversos sueños, temores, anhelos… todos estos habitan en el silencio de nuestro interior y por tanto crean un mundo complejo y contradictorio. El mundo íntimo es incomunicable, ¿alguna vez has intentado ponerlo en palabras? ¿Has experimentado la confusión y el malestar que crea abrirlo en un espacio privado intentando ser “honesto”? Transferir al mundo privado lo que pertenece a tu mundo íntimo lo distorsiona, pierde su sentido original, crea confusión y un malestar personal y en nuestras relaciones.

Todos tenemos derecho a preservar un mundo íntimo para nosotros mismos, pues en él cuestionamos, soñamos y construimos nuestro ser. A veces ni siquiera nosotros podemos descifrarlo y entenderlo, menos aún compartirlo. Tratar de ponerlo en palabras y trasmitirlo al otro, no sólo es difícil sino arriesgado; lo más sano es conservarlo como algo personal e interno.

Quizás tu deseo de compartir tu mundo íntimo tiene que ver con una necesidad de ser honesto, pero también puede deberse a que te perturba lo complejo de su naturaleza contradictoria. Si este es tu caso, considera la posibilidad de compartirlo con un amigo confiable que pueda escucharte y no juzgarte. Es importante que aprendas a lidiar con cierto grado de incertidumbre y ambivalencia, de modo que amplíes los límites de tu tolerancia, pero si tienes un problema personal que está afectando tu vida de manera importante y no has encontrado una solución, recurre al apoyo de otra persona de confianza.

Si esto no te brinda una solución, valdrá la pena que busques un espacio terapéutico para trabajar los contenidos de tu mundo interno. Con frecuencia consultamos a médicos, abogados y fiscalistas para resolver asuntos que, si bien vamos descifrando y manejando en el día a día, es preferible consultarlos para apoyarnos de su experiencia profesional. Los asuntos emocionales y relacionales también plantean dudas y vericuetos que podrán resolverse con apoyo profesional.

“Me siento desgastado”, “temo estar dando de más –o de menos– en esta relación”, “¿será que me estoy deprimiendo?”, “dudo si merece la pena dedicar más tiempo a esta relación”. Con un “empujoncito terapéutico” en manos del profesional adecuado, se abren posibilidades de resolver dudas, descubrir nuevos caminos y aclarar objetivos. No siempre es necesario recurrir a terapia para transitar la vida, a veces es suficiente asistir a una consulta para aclarar nuestro mundo interno.

Nuestros problemas personales tendrán resonancia en nuestra vida de pareja, por eso debemos intentar aclarar nuestros deseos y capacidades personales a nivel individual. Al enfrentarnos con dudas y temores es importante cuestionarnos si es necesario involucrar a nuestra pareja o si podemos trabajar en ello individualmente, pues una relación no debe ser de terapia sino de acompañamiento.

Nadie puede obligarte a abrirte del todo y tú tampoco tienes derecho a exigir a alguien más que revele su mundo íntimo ante ti. Las demandas insistentes sobre “¿Qué piensas?”, “si no me dices todo es porque no me tienes confianza”, no llevan a un buen final; la confianza es fundamental para relacionarnos de manera positiva. Recuerda siempre que primero somos seres individuales y luego pareja.

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