La agresión nunca es la respuesta…
Vivir en una ciudad como la de México es maravilloso y uno goza de muchas ventajas, pero también uno está expuesto a vivir diariamente inmerso en el estrés colectivo que ha llegado a niveles de intolerancia y agresión altísimos.
El viernes de la semana pasada iba en mi camioneta rumbo a mi casa ya cansada porque había sido un día largo y con una carga enorme de trabajo cuando, como ya es costumbre, ambos carriles estaban invadidos con coches en sentido contrario queriendo cargar gasolina en la gasolinera Repsol de Las Flores.
Además de tener que esquivar varios coches para poder avanzar, porque me bloqueaban el paso, un motociclista estaba justo en medio de los carriles de ambos sentidos queriendo pasar primero. Bajé la ventana para poder calcular, pero cuando voltee a ver la cara del motociclista que me sostenía una mirada llena de enojo, así que con amabilidad le dije: “disculpa es que no te vaya a pegar” y me asomé más por la ventana para poder ver si pasaba o no. Él con rabia me dijo: “¡pinche vieja rota qué te pasa si no estoy invadiendo tu carril!”
Me quedé anonadada sin saber qué responder, entonces se acercó más hacia mi ventana y comenzó a insultarme con palabras que, aunque me sé, prefiero no repetir. Con firmeza le dije: es increíble que a pesar de que sí estás invadiendo mi carril haya sido yo la que se preocupó por no pegarte y amablemente bajé la ventana para no dañarte ¿por qué me agredes?
No podía dar crédito de que yo iba en mi carril, no había hecho nada indebido y este sujeto me agredía verbalmente, mi sorpresa aumento cuando acercó todavía más su motocicleta para pegarle con el puño cerrado a mi puerta y a mi espejo una y otra vez… su novia, que iba detrás de él aferrada a su cintura, le gritaba desesperada: “¡déjala, ya déjala por favor!”, pero El tipo estaba furioso y continuaba.
Yo tomé mi celular para poder grabarlo ¡ohhh error! Se enojó más, me arrebató el aparato y me lo arrojó a la cara, arrancó la moto, se colocó en la parte trasera de mi vehículo, arrancó mi placa y comenzó a patear la cajuela, todo desde su motocicleta y con su novia llorando y asustada sin soltarse de él.
La adrenalina recorrió mi cuerpo y en combinación con la indignación me hicieron que me bajara y me parara frente a él ¡Poco hombre!, Le grite, ¡Estoy segura de que si yo fuera hombre no te atreverías a hacerme esto! En eso solo vi que me arrojaba la placa cual boomerang y se alejaba velozmente.
Acababa de comenzar a llover, me quedé perpleja sin entender exactamente lo que había sucedido. Logré “regresar” a la realidad cuando sentí que alguien tocaba mi hombro y con voz dulce me preguntaba: ¿estás bien? Estábamos fumando a fuera de Toks y vimos todo lo que sucedió.
Frente a mí estaba una pareja que se atrevió, al ver lo que sucedía, intervenir para ayudarme. Estábamos rodeados de coches y todos nos observaban sin tener el valor de actuar. En cuanto pude responder la abracé y les agradecí enormemente pues me sentí sola e impotente ante la situación que acababa de vivir.
Me da mucha tristeza vivir en carne propia la poca tolerancia que ya es el pan nuestro de cada día. No es posible que haya gente tan enojada que agreda de esta manera y ya no digamos a la más mínima provocación sino sin provocación alguna ¿hasta dónde vamos a llegar? ¿por qué juzgamos a otro ser humano por el simple hecho de tener un coche o vestirse de alguna forma? ¿qué derecho tenemos para actuar desde el enojo y el resentimiento?
Yo los invito a hacer un análisis de autorreflexión para ver qué tan tolerantes son y para saber si reaccionan ante cualquier situación que les parezca que es una agresión hacia ustedes. Necesitamos un país con gente tolerante, responsable, educada y con capacidad de diálogo.
Recuerda que para tener el país que tanto anhelamos debemos de ser ciudadanos dignos de ello. ¿Quieres un país de primera? Entonces conviértete en un ciudadano de primera…
Un abrazo, de esos que reparan el alma.
Con amor,